sábado, 1 de marzo de 2014

ALGO ANUNCIADO

Si habían algunas, pocas, personas que creían o pensaban que un conjunto boliviano recibiera un premio; ya tiene motivos justificados para decepcionarse.
Viña del Mar, es decir, su festival, no es un evento folclórico, de música rock y ni siquiera de arte, se hizo para hacer negocios y, a la vez, distraer a los chilenos de sus problemas cotidianos. No es pues raro que los premios se los distribuyan entre ellos mismos o los que previamente eligen porque así son los negocios, cuando no importa el arte, ni el respeto ni la convivencia.
La oligarquía chilena ha sabido explotar bien los sofismas y mentiras de su situación. Al crecimiento de las sucursalías de las transnacionales, le llaman comercio internacional; a la defensa de los intereses hegemónicos la pintan como solidaridad o cooperación y hasta cínicamente taparon con carteles de propaganda los barrios miserables de su gran cantidad de pobres sin nadie diga una palabra y no sólo, porque Pinochet estaba en La Moneda sino porque ya se acostumbraron.
La realidad de ese país es inmensamente diferente a lo que dice la propaganda o el discurso oficial. No hay que olvidar que sus gobernantes han sido casi siempre sirvientes de las oligarquías asentadas en esos territorios y no son chilenas sino extranjeras; en unos casos fueron ingleses, alemanes o estadounidenses pero la imagen que refleja el espejo de su realidad está en los mapuches, que hace siglos que claman por sus derechos y nadie les da bola.
Muchas veces se dice también que una cosa es lo que los políticos dicen o hacen de Chile y otra, muy diferente, la de su propio pueblo. Como en todo es algo sumamente parcial y en la viña hay variedad y para todos los gustos, pues si unos sirven a unos, los otros sirven a los otros y sólo los que languidecen en los pueblos abandonados, pueden decir esta boca es mía.
La cuestión del mar nos ha enseñado mucho en la historia pues así como la oligarquía chilena sirvió los intereses del imperio inglés para hacerse de materias naturales importantes; así también otros sirven y han servido la permanente postergación de la reivindicación marítima con una serie de sofismas o mentiras cínicas y continúan haciéndolo; por lo tanto, tampoco hay que creer que existiría una supuesta solidaridad ideológica al momento de abordar el tema, porque no es cierto o es tan cierto como que si su festival de Viña fuera un evento de arte propio o extranjero.
Pero muchas veces son los engañados y no los engañadores los que más culpas llevan.

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