Aunque algunos crean que el título debiera ir entre signos de interrogación; parece más oportuno dejar así porque la realidad, la ficción y la teoría siempre han sido eso: Una paradoja.
Mientras algunos mal agüeros dicen que, en Bolivia, el Beni se volverá un pantanal en pocos años, como efecto del calentamiento global y las presas construidas en el Brasil; otros dicen que no hay tal, que la ciencia no puede probar nada. Y es que, curiosamente, es la ciencia la que no tiene voz oficial en el tema y, es más, no sabe a qué atenerse. A tanto ha llegado la situación que, en un programa de esos que se pasan como científicos en la televisión, el relator afirmó algo truculento: La ciencia no ha aportado nada a la humanidad.
Y no está muy alejado de la realidad cuando crece el movimiento no únicamente para repensar la Universidad sino para ver con mejores ojos críticos lo que, en realidad, valen la ciencia y la tecnología de que tanto se habla pero poco se conoce.
¿Qué dice el cientificismo, pues es eso más que ciencia, respecto al origen de la vida o el planeta? ¿Qué respecto a los fenómenos solares que amenazan la tierra? ¿Hay, realmente, efecto invernadero o se trata de ciclos de evolución que ya los mayas o tiwanakotas conocían? ¿La industria farmacéutica y alimenticia son más bien negativas para la vida del hombre, como se sospecha? ¿No sería mejor volver a antes del Renacimiento?
Son apenas unas cuantas interrogantes de una larga listas que podríamos proponer a eso que se dice ciencia y que es cada vez más cuestionada, no sólo en los laboratorios y fábricas sino hasta en el mismo núcleo donde, supuestamente, se genera: La Universidad.
Pero no sólo eso sino que se acusa también a éstas, la ciencia y la Universidad, de esconder conocimientos que podían significar un mejor vivir en el planeta; como el caso de la condena conocida del neoliberalismo como receta en la economía y su forzado uso por los países menos favorecidos por el desarrollo o el origen de algunas enfermedades que no debieron existir o la prevalencia de otras que ya debieron exterminarse.
No hay pues paradojas en interrogante sino como afirmación de lo que está sucediendo y que muchos se niegan a descubrir y otros ni siquiera se dan por enterados o no lo saben.
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