Hasta hace unos días el presidente Morales estaba ante la disyuntiva de asistir o no a la posesión de Bachelet en Chile; al parecer ha decidido ir, lo que nos parece un craso error.
Porque la oligarquía de ese país y desde hace muchísimo tiempo, propugna proscribir el derecho de gentes, la igualdad de las naciones y el equilibrio internacional, tal y como, reiteradas veces, se han expresado sus medios de comunicación y en diferentes oportunidades, por ejemplo, en "El Independiente" de Santiago y en 1872 y que, en cierto modo, ha estado siempre presente en la geopolítica chilena desde antes de la Guerra del Pacífico hasta Pinochet.
El error de la diplomacia boliviana ha sido ser presa de la táctica del anzuelo del mar o de las afinidades ideológicas de gobernantes o partidos. Pero, en lo fundamental, no hay cambio en la posición geopolítica y diplomática por lo que es vano esperar resultados de tales alianzas o amistades. Hoy, como ayer.
Por el contrario, y ahora que se ha acudido a un tribunal internacional, lo correcto y conveniente es que se mantengan las relaciones diplomáticas más frías posibles, a distancia, sin acercamientos confusos y engañosos porque se ha demostrado que quien persigue proscribir el derecho de gentes, la igualdad de las naciones y el equilibrio internacional puede muy bien, como ya se ha hecho, proclamar que la victoria da derechos.
De otro lado, ¿hasta que punto la siguiente habitante del Palacio de La Moneda, será capaz de torcer o desviar una geopolítica que no se ha visto alterada o interrumpida a lo largo de la historia reciente y pasada? ¿Tendrá la fuerza suficiente para oponerse a esa oligarquía sirviente que ha hecho de ese país el intermediario de algunas potencias del materialismo?
En la duda abstente, dice un viejo adagio y es lo que debió haber hecho el primer mandatario boliviano y no asistir al acto de posesión que puede servir, propagandísticamente, para mermar la fuerza de nuestra reclamación ante La Haya e introducir supuestos factores de concordia o amistad que la historia misma desmienten en las conductas de la diplomacia mapochina.
Si se puede todavía revisar la decisión, hay que hacerlo; si no, hay que cerrar la boca y no dar paso a la manipulación.
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