La intromisión de Putin en el problema de Ucrania añade más densas nubes al porvenir europeo y del mundo, por una variedad de motivos.
En primer lugar, la cuestión de la hegemonía que, por abandono de EEUU, está a disposición de quien la quiera disputar porque los yankis ya no están en las posiblidades materiales ni ideológicas de hacerlo; en segundo lugar, la posición estratégica de algunos países en el mundo y que siempre ha servido para generar movimientos bélicos para asegurar un poder político y materialista que la llamada civilización tampoco está en condiciones de disputar a nadie; en tercer lugar, el poder vacante, significa que cualquiera puede aspirar a ocuparlo sin otros méritos que la osadía o la desvergüenza, pues la decandencia de la Cultura Occidental es tan evidente que ya no puede más.
Pero a la probabilidad, casi segura, de una intervención y expansión rusa en el mundo, ¿qué le puede seguir? Aquí está el meollo de la cuestión porque después de las adhesiones o las repulsas, de acuerdo a los caprichos o los sofismas de los gobernantes en el mundo, todavía no se vislumbra algo concreto, definido, que se pueda ofrecer a la humanidad para volverla al camino de la evolución. Si hiciésemos un exhaustivo inventario de lo que ha significado la humanidad en el mundo, en los últimos siglos o en los veinte que ya fenecieron, podríamos llegar a conclusiones muy paradójicas de las que generalmente se tienen en cuenta.
No sólo hay que hacer una revisión de la historia del hombre y del planeta sino también de la ciencia, la tecnología, la economía y la cultura en general. El sólo hecho de revisar el Renacimiento, verbigracia, hacia donde muchos apuntan puede dar un vuelco trascendental a las percepciones y cambiar lo supuestamente ganado, por lo perdido.
La advertencia de hace ya tantos siglos, de "la ignorancia se está titulando", es una acusación o una sospecha de adónde pueden ir a dar nuestras conclusiones respecto a la humanidad, el poder, la ciencia, la tecnología, a las que hay que añadir la manipulación de la información, el manejo sectario de los medios de comunicación y la tendencia de los "modernistas" hacia el sofisma puro y simple.
Y es esto lo que más preocupa pues, al parecer, no habrá quien le pueda hacer frente a la avalancha rusa que no presenta ninguna solución y, por el contrario, es parte del problema.
¿O serán las trompetas del apocalipsis?
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