Dentro de un mundo que se mueve en torno a la avaricia, ya sea alrededor de logias, plutocracias o las "monarquías del proletariado", es decir, la derecha o la izquierda, es difícil no caer en la disputa por los recursos naturales del suelo o el subsuelo, sean renovables o no, y es lo que frecuentemente ha sucedido y sigue sucediendo lo mismo entre nosotros que los que asaltan o quieren asaltar yacimientos de gas o petróleo.
Hace décadas las minas bolivianas que producían el "metal del diablo" fueron no sólo la excusa para la "revolución nacional" sino el argumento para desmantelar una industria y economía que aspiraba a colocarse entre las mejores del continente; aunque resultó curioso que una conspiración marxista se hiciera del poder, bajo el auspicio de la embajada norteamericana, lo cierto es que no acabó ni con la ambición ni con la avaricia de las personas. Por eso las minas siguen siendo objeto de pelea entre mineros que se hacen llamar "cooperativistas" o simplemente mineros y lo que está en disputa, hace tiempo, es la cuestión de las regalías e impuestos no únicamente en cuanto al monto sino también al destino. Hay todo un mar de fondo en la cuestión pues mientras unos creen que deber beneficiar más a la región, otros dicen que debe hacerlo al Estado y aún hay quienes quieren acaparar el beneficio con la denominación de "indígena-originario".
No es tampoco desconocido el hecho que una pelea similar se está dando y se da en la explotación de los campos petrolíferos entre departamentos como Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija que quieren ingresar más de los réditos en sus propias arcas.
Esta disputa por los recursos naturales se ha extendido ahora a la quinua pues se han restablecido viejas disputas de límites entre campesinos de Oruro y Potosí que, en realidad, no pelean por la tierra misma sino por la producción de moda: el cereal de los Incas. La cosecha de este año, que ya se está efectuando o se hará en los próximos días, ha dado ya sus heridos en enfrentamientos que las autoridades no han podido controlar y es de esperar que la cuestión siga así.
¿Por qué? Aunque pareciera una pregunta difícil de responder, lo cierto es que se debe a que hemos perdido la conciencia nacional, la identidad, la fidelidad con nuestro pasado, la tradición; dentro de una beligerancia entre "revolucionarios" y "conservadores" que, en lugar de disputarse, debieran darse la mano porque persiguen lo mismo: el materialismo, que es lo que está ahogando la humanidad a lo largo y ancho del planeta.
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