martes, 25 de marzo de 2014

LA MEMORIA

Dice un dicho que los pueblos que olvidan su historia, corren el riesgo de repetirla; pero si analizamos lo que sucede en el mundo, resulta que: o la memoria no es buena o la historia miente cínicamente. Porque repetimos y repetimos, al parecer, dentro de un círculo vicioso que nadie sabe cuándo se romperá.
Algo que no pasa de moda, especialmente entre los jóvenes, es la revolución; ser revolucionario o aparentar serlo va con cualquier tiempo. ¿Pero conoce usted de alguna revolución que haya conseguido o alcanzado sus objetivos? Y podemos poner en el tapete las que se han efectuado desde antes de Cristo hasta las que se dieron recientemente o se intentan dar.
Desde Tucídedes hasta Spengler o Toynbee o algunos otros, conocemos de los intentos revolucionarios, de los movimientos de las culturas o civilizaciones, Pero no sabemos de éxitos revolucionarios. Lo mismo fracasó la revolución francesa, que la rusa, que la mexicana o que la boliviana y si algo recordamos de ellas es simplemente el terror, la violencia, la muerte o la guillotina que se llevó a los propios revolucionarios.
Y es que revolución y violencia van emparentados, hasta casi podríamos decir que la segunda condiciona la primera, aunque todo termine en una burla cruel del destino que nos muestra que los intentos de cambio se tradujeron apenas en sustituciones; sustituir la burguesía, la monarquía, la plutocracia por los beneficiarios del proletariado, de los organismos represivos y los del terror. Así como en Francia o Rusia podemos señalar conocidos verdugos en Bolivia también los tuvimos y hasta más impunes que aquellos si recordamos a San Román, a Menacho y algunos otros menores.
No es pues la memoria la que mejor nos asiste no únicamente porque falsea la historia sino porque olvidamos el miedo, la persecución, la muerte, con los discursos o las nuevas esperanzas que nos venden los "revolucionarios" y bien entrecomillados porque desde Stalin, pasando por muchos otros hasta Paz Estenssoro, no fueron sino farsantes, instrumentos de otros, impostores.
¿Dónde queda la memoria? Incluso, hay quienes postulan la que la humanidad debe hacer tabla rasa con todo, es decir, terminar con la propia historia, y empezar una nueva era; pero la humanidad es un ejemplo de repetidas frustraciones; no hay ideólogo de la revolución que pueda mostrar sus logros. A no ser, tal vez, Jesús, si lo consideramos como un revolucionario, es el que caló más y sin  ninguna violencia intencionalmente promovida.

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