Es casa vez más preocupante y deprimente la calidad de la televisión y la radio, aunque tampoco se salvan algunos diarios. Y no hay que referirse simplemente al desconocimiento o el uso adecuado del lenguaje ("los muertos murieron calcinados") sino a la forma escandalosa con que se presentan unos temas y la cínica en que se esconden otros o se toman superficialmente.
Un ejemplo actual es la fuga de un ex fiscal que sirve no sólo para que los hipócritas se desgarren las vestiduras sino para la infamia, para la calumnia y la desinformación, Porque no se trata de establecer si fulano o mengano actuó con moral o eficiencia sino de aclarar hechos que no se pueden dejar en la impunidad, como es el caso del separatismo en Santa Cruz que, efectivamente, hubo aunque sus actores hayan sido mercenarios o incautos.
Pero no únicamente eso; se repiten hasta el cansancio las escenas dantescas de los accidentes o los llantos de los parientes de las víctimas o las declaraciones y preguntas sin sentido de actores y reporteros, en algo que más parece sadismo que periodismo, escándalo que información, inmoralidad que ética.
Y aunque, como decía Unamuno, se corrompen mutuamente medios y usuarios, hay que tratar de ponerle coto a esta situación que no puede llevarnos sino al caos, al descrédito o a situaciones más comprometidas donde ya no sepamos distinguir dónde empieza la libertad de expresión, información o lo que fuera y dónde termina el escándalo, la difamación, la calumnia.
Si nos dejáramos llevar por aquello de mal de muchos, tendríamos que admitir que jueces y fiscales de la misma calaña los hay por doquier, que así como se trata de esconder un acto de separatismo, se hace lo mismo con los autoatentados que sirvieron de excusa para invadir otras naciones; pero no se trata de eso sino de exigir compostura, moral, eficiencia, ética; aunque el mundo esté atestado de conductas contrarias.
Y eso podemos hacerlo nosotros únicamente, sin importar que sea la "moda" o que el mercantilismo, el mercado de consumo, se impongan a la información y la verdad.
Porque, por lo menos, tenemos derecho a exigir que los que trabajan en los medios usen medianamente el lenguaje y demuestren que lo conocen, que no se pueden seguir diciendo absurdos como que los muertos murieron calcinados o que los cadáveres muertos fueron recogidos por quienes corresponde o que la "mejor cooperativa del mundo" está acusada de quiebra y manejo fraudulento.
Dejémonos de bobos y de bobadas.
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