Aunque debemos pensar que nunca se acabaron ni suspendieron los aprestos bélicos de los grandes contra los chicos, o los ricos contra los pobres, o los avaricientos contra los honestos; lo cierto es que la llamada geopolítica, una ciencia, para otros seudociencia, que tiene varias definiciones, parecía estar en quietud, al menos, en algunos lugares del mundo.
Pero las cuestiones de Afganistan, Iraq, Irán, Libia, Siria y, ahora último, Crimea son signos que nos dan la pauta que las guerras de conquista no paran y han vuelto. Lo mismo podemos decir en cuanto a la América Latina pues la confrontación entre "bloques" se da casi diariamente no sólo en cuanto a imponer los intereses del Pacífico o del Atlántico, del Amazonas o del Plata sino que la conformación de nuestros gobiernos sigue teniendo fuertes connotaciones de dependencia a otros intereses, además de los nacionales, si es que los hubiere.
Por mucho que se haya acabado o se esté acabando aquello del visto bueno o el veto de "la embajada", que algunos tramitaban hasta bajándose los pantalones, no hay duda que se siguen jugando otros intereses tanto en nuestros palacios como en nuestras urnas y no hay más que ver cómo se maneja la información o la noticia en diferentes medios.
Pero la geopolítica parece más una ciencia o una ocupación destinada a la diplomacia de las autodenominadas potencias que las "pequeñas repúblicas" y esto se nota no únicamente en las disputas partidistas y hasta sectarias de candidatos y candidaturas sino en la ausencia de planes o bocetos de este tipo en las propuestas; aunque podríamos decir que los mismos no existen en ningún sentido.
Es más, pareciera que la proyección nacional o las amenazas externas a nuestra independencia, fueran cosa del pasado porque fue hace mucho tiempo que algunas personas, entre ellas Julio Méndez o Jaime Mendoza, para citar los dos más importantes, nos dejaron reflexiones sobre el presente y el pasado de Bolivia y si otro se atrevió a incursionar en el ambiente fue más bien para reforzar lo ya trazado o repetir lo ya dicho.
Y esto es lo lamentable, que cuando mejor debiéramos estar provistos de una mirada geopolítica nacional no sólo que no la hayamos bosquejado siquiera sino que nos contentemos con ser parte de la de otros o, incluso, de los muertos, como en el caso del marxismo.
Hay que recuperar y revalorizar la política y, con ella, la geopolítica.
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