Se está cumpliendo lo que hace tiempo habíamos previsto: que para combatir la discriminación, se exacerbe la cuestión.
Y es que no basta hablar de equidad, igualdad o lo que fuere sino que hay que serlo sin reticencias; pero cuando un sujeto afirma que "ningún blanco" le va a ganar a Evo y hace referencias a estulticias dichas por politiqueros o las lesbianas salen en defensa de las mujeres y de la maternidad, sin ser ni una ni otra cosa, hay que parar las orejas.
Porque equidad no quiere decir igualdad o paridad, que es lo que se quiere entender cuando, por ejemplo de candidatos se trata; la equidad sugiere que, entre hombres y mujeres, se busque el bien común porque cuatro mujeres tontas no van a hacer un macho inteligente o al revés. Por mucho que se quiera forzar la situación. Y lo que es peor, es cuando vemos que algunas mujeres o lesbianas piensan que adquirir la igualdad de derechos es igualar o emular la vulgaridad de algunos hombres o que los homosexuales quieran aparecer mejor con más encantos que las mujeres y si no se les da bola, empiecen hablar de homofobia u otras sandeces.
Estamos, y siempre hemos estado, a favor de la equidad de los derechos entre todos los componentes de la humanidad; pero cuando se quiere hacer hincapié en alguno de ellos, por mucho que se quiera excusar, eso es discriminación y, si quiere, discriminación negativa. Ejemplo, ¿por qué las mujeres van a tener preferencias, juzgados o leyes especiales para juzgar sus muertes? ¿Acaso no es como cualquier homicidio? Por lo demás, conocemos muchos casos donde ellas no sólo son las que mandan sino que lo imponen por la fuerza y la violencia; pero al momento de referir la situación casi siempre preferimos una sonrisa de compasión y nada más.
Mucho se puede hablar de derechos, de su defensa y vigencia; pero cuando los mismos son objeto del comercio, del salario, de la demagogia o la subalternización, dejan de ser tales. Se puede protestar contra la situación; pero cuando se hace vulgarmente, en lugar de favorecer cualquier la reivindicación, se la condena.
Por eso es que es imprescindible que los derechos sean parte de la educación; pero junto a los deberes, a la responsabilidad social y, particularmente, a la ética. Pero, además, ¿quién defiende los derechos? ¿La derecha ha encargado a la izquierda que lo haga por un salario? ¿O la izquierda lo hace con tanto entusiasmo que no se fija el rédito?
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