Hay muchas diferencias entre el carnaval en el mundo y el antruejo de estos lados de la tierra. En primer lugar, el primero se debe al culto al dios momo o a la carne o la sensualidad que, de cuando en cuando, abría sus puertas al desahogo como una celebración a la producción agrícola que ha ido degenerando en simple visceralidad incontrolada; en el segundo caso, la celebración de esta fiesta en el Incario se hacía a la producción y la cosecha y, por tanto, se producía en el área rural, en el campo, por lo que la naturaleza de la fiesta no es de la ciudad sino del agro; infelizmente, también ha degenerado en la exageración del consumo de alcohol, de que se hace hasta ostentación en las latas que se compran en las propias inmediaciones de las graderías del espectáculo citadino, así se llame corso, "anata" o lo que fuera.
De fiesta de expansión digamos hormonal, para darle cierta faceta, o de agradecimiento a la Pachamana se ha ido perdiendo el sentido a lo largo y ancho del mundo porque, al final, el consumismo ha devorado la celebración aun así sea en disfraces o afeites.
Pero como no conocemos exactamente nuestra historia y si hemos tratado de interpretarla ha sido con ojos europeos, que estaban más comprometidos en demostrarse a sí mismos que eran los mejores o los más avanzados, no sabemos qué significado tenían estas fiestas en tiempos tan cercanos como en el Incario o, peor aún, en más lejanos como Tiwanaku desde donde nos llegaría, por ejemplo, el origen de la vestimenta de los "morenos" y cuya cola típica de los trajes que actualmente se usan, no sería más que la expresión de la necesidad o el intento del "kundalini" o la unión y armonía de todos los "chakras" de nuestro cuerpo energético o espiritual.
Al "moreno", como al "diablo" no habría pues que situarlos ni siquiera en la colonia, que es lo más lejos donde se intenta escrutar las fiestas y las costumbres, sino en tiempos mucho más pretéritos donde los usos y las tradiciones no sólo eran diferentes sino hasta de objetivos espirituales, más que materiales, de la carne, del exceso que, actualmente, no sólo que se acepta sino que se fomenta.
De lo que se trata es de contrastar la causa estructural de su celebración que sería, en el pasado y entre nosotros, completamente espiritual y de evolución energética; mientras la fiesta actual es más bien materialista, de la carne, de los sentidos. Lo que, además, nos puede dar algunos signos de cómo y adonde vamos.
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