Una de las cosas que más iba a cambiar, se decía, en el proceso de cambio era que de la protesta se iba a ir a la propuesta. Indudablemente, algo bueno.
Pero los hechos están desmintiendo este paso y, por ejemplo, el principal centro de peregrinación religiosa de la Semana Santa, se ha visto afectado por una protesta que bloqueó todos los pasos hacia Copacabana desde hace días porque los pobladores ribereños quieren que el gobierno les prometa la construcción de tres puentes que eviten cruzar el estrecho de Tiquina en balsa, porque los balseros subieron sus precios arbitrariamente.
Un otro caso curioso, por decir algo, se ha dado en Cochabamba, donde el sindicato del servicio de caminos le "exige" al Gobernador que no haga públicas no sólo las denuncias sino los implicados en graves hechos de corrupción en ese organismo oficial que se habría dado modos para adquirir diversos objetos sin licitaciones o con ellas amañadas.
En el ámbito internacional, en la Argentina se denuncia que una "densa trama política, judicial y policial", impide la investigación de hechos delictivos principalmente relacionados con el narcotráfico y también hay varias sospechas de corrupción en los sindicatos más fuertes de Buenos Aires.
No es pues fácil pasar de la protesta a la propuesta cuando la corrupción hace siglos que se ha asentado bajo diferentes regímenes y formas de gobierno y donde, subterráneamente , se ha fomentado esta forma de enriquecimiento y se lo sigue haciendo a través del recetismo del mercado que puede crear grandes espejismos en el horizonte, como está sucediendo en Chile donde la economía está dando resultados paradógicos y contradictorios, pues mientras unos hablan de desarrollo y avance tecnológico, para otros no es más que simple sucursalismo insustancial y hasta ramplón.
Y, conste, que pasar de la protesta a la propuesta, es una cosa de las estructurales que hay que hacer para vencer el economicismo o materialismo que cabalgan apocalípticamente en el actualidad.
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