Se llama "normalistas" a las personas que estudian en las normales o instituciones dedicadas, desde la venida de Rouma, a la preparación de los maestros que sostengan el sistema educativo que, otrora, estaba ocupado simplemente por voluntarios o voluntariosos.
Si bien la apertura de la Normal de Sucre y otras inmediatamente posteriores han podido, en cierta forma, llenar algunos vacíos de la preparación e idoneidad docente, en los últimos tiempos estas entidades se transformaron en simples lugares de auxilio para conseguir un sueldo sin más esfuerzo que la pasividad física como intelectual, con sus lógicas pero mínimas excepciones que no hay que olvidar pero que no pueden encubrir una lacerante realidad.
Ninguna de las reformas intentadas y ensayadas en el país ha podido enfrentarse al problema estructural de la educación en Bolivia: la calidad de los, a sí mismos llamados, maestros. Que siempre han contado con la demagogia de los partidos y de los sindicatos para defender su mediocridad o inutilidad. Ninguna novedad al respecto hay en la actual ley Siñani y, por lo tanto, las actitudes arbitrarias y simplemente demagógicas de los normalistas se repiten; sea pidiendo que se respete los currículos, se repongan especialidades y, especialmente, que siga la jauja de ganar sin trabajar y sin esfuerzo alguno de manera garantizada. Si no hubiesen excepciones en esta "normalidad", hace tiempo que el sistema hubiera colapsado y tendríamos que haber acudido al expediente de expulsar a todos los "profesores" de las aulas. Todavía no se ha dado; pero los "normalistas" y los "maestros"están haciendo méritos suficientes para obligar a una actitud así.
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