Cuando la NASA recomienda rezar para que los muchos aerolitos que viajan por el espacio no caigan sobre la tierra, que es una gran probabilidad, seguramente algunos piensan que lo está diciendo de modo socarrón o por su sentido del humor.
Nada más falso. A estas alturas de la historia y cuando más nos jactamos de la ciencia y la tecnología, descubrimos que no somos nada; que no hemos alcanzado lo que tanto ha batido como propaganda el cientificismo; que ya no es posible seguir negando una realidad que golpea desde el supuesto Renacimiento que es necesario revisar, como se debe revisar la Edad Media y la Antigua.
Quienes hayan leído la obra de Berger y Pawels "El retorno de los brujos", seguramente recordarán la narración de la caída de varias lunas sobre la tierra y los esfuerzos que nuestros antepasados hicieron para impedirla. A miles de años, caemos en la cuenta que sólo rezando podemos salvarnos de una tragedia más o menos similar aunque no se trata de repetir mecánicamente unos versos o palabras sino de dirigir la fuerza psíquica hacia un objetivo concreto y nos lo dicen los que, teóricamente, están mejor preparados para ver la realidad y andan buscando, y tal vez la encontraron, la partícula divina que ya era una preocupación de los mayas cuando escribieron su famoso calendario o cuando los tiwanakotas erigieron sus templos y observatorios astronómicos que produjeron tanta barbaridad en los invasores que desembarcaron a partir del nacimiento de la Era Moderna.
Antes que apagar las luces por unas horas, seleccionar la basura o eliminar la comida chatarra, lo que hay que promover es la movilización de la energía psíquica para contrarrestar los efectos del materialismo.
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