La política es la ciencia y el arte de gobernar; la politiquería es el comercio de la administración pública y privada. De lo último tenemos abundantes ejemplos en el mundo entero; pero donde se está notando mucho y perceptiblemente es en Europa donde no sólo que ya no hay líderes que aclaren el panorama global sino que los gobernantes se han vuelto simples apéndices de los organismos económicos y financieros del mundo; a tal punto, que no se habla más que de reajustes, sinceros o hipócritas, lo mismo en España, Portugal, Grecia o cualquier otro país sin que, hasta la fecha, surja una solución estructural al tema del economicismo.
Curiosamente, en parte de la América Latina hay un ambiente un tanto diferente pues mientras las economías se han recuperado y desligado del recetario fondomonetarista restableciéndose, por una suerte de reacción al economicismo y la tiranía del "libre mercado"; tampoco, empero, se puede percibir reemplazantes en los liderazgos regionales; se trate de Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina o Bolivia, con un añadido desesperante, que los "movimientos sociales" o partidos que han hecho posible este ambiente de cambio, van cada vez pareciéndose más a la "clase política que, paradógicamente, los catapultó como alternativa a la politiquería.
En conclusión; mientras más necesitamos de un retorno a la política más nos involucramos en la politiquería; se trate del reajuste que se exige en Europa o de volver al usufructo del cargo público como se vuelve a hacer en algunos de nuestros países latinoamericanos.
Lo que pasa es que todavía nos negamos a intervenir abiertamente en política, como debiera ser, y estamos dejando que los politiqueros continúen con sus mañas, imposturas e ignorancias.
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