Aunque muchos teman que a los norcoreanos se les ocurra enviar unos cuantos de sus misiles a los EEUU, no hay duda que tiene menos posibilidades de suceder no únicamente porque China ya ha advertido sobre los riesgos sino porque, últimamente, Mo Yan, el premio Nobel de Literatura 2012 que escribiera sobre la transmigración de las almas en su obra titulada "La vida y la muerte me están desgastando", nos ha repetido que el comunismo se ha hecho para salvar el capitalismo.
¿Un absurdo? No hay tal si leemos atentamente la historia real contemporánea que nos muestra cómo a la crisis del capital, a fines de los 30, le sucedió una guerra supuestamente mundial donde, al lado del vil metal, se alinearon capitalistas y comunistas que no querían que las cosas se modificaran y que luego sirvió para dividir al planeta entre aliados de esto o lo otro, que no era más que la forma de mantener entretenidos a los hombres y continuar con la especulación y la guerra, por mucho que ésta pasó a llamarse "fría".
Hoy todavía el capitalismo cuenta con su antiguo aliado y si alguna guerra hay que declarar para salvar el mejor negocio del mundo; ya no es posible hacerlo en el "viejo mundo" sino en el "nuevo" y por eso hay que prestar atención a las tareas de acondicionamiento que empezaron cuando se pensó en la invasión de "la triple frontera", so capa de la amenaza del terrorismo, y que luego de desvió hacia Iraq para apoderarse de los recursos no renovables que tanta falta le hacen al sistema. Pero la amenaza no ha terminado y, es más, sigue activa por medio de la arrogancia que exhiben los de la oligarquía chilena que no sólo se niegan a devolver a Bolivia sus costas y mar sino también a la integración latinoamericana.
Y es que salvar el capitalismo no sólo requiere salvar a los banqueros o los depósitos sino también la forma de hacer ricos a los pocos y pobres a los demás.
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