sábado, 12 de mayo de 2012

TÚ DIALOGAS, EL DIALOGA

Estamos viviendo un proceso donde, a título de democracia y vigencia de derechos, exigimos el diálogo y la concertación; pero conjugamos el verbo como: tú dialogas, él dialoga; yo no.
Porque la posición que muchos adoptan en el mundo entero, es la negación del diálogo mismo; ya se trate de los indignados de España, Portulgal, Francia, Estados Unidos y la respuesta de sus gobernantes o los "descontentos" en Bolivia. Exigen diálogo, respeto a sus derechos; pero no quieren ceder en nada y no les importa el derecho ajeno.
Lo peor es que este sistema de negación se ha extendido incluso hasta a los abogados, uno de los cuales denunciaba ayer, en Cochabamba, que los universitarios detenidos por posesión de explosivos o violencia indiscriminada en contra de policías, habían sido "arremetido sus derechos". Curiosa tipificación legal de una situación que todo el pueblo ve desde su impotencia, su desprotección, su desamparo; porque el ciudadano común está conciente que se manejan demasiadas mentiras en torno a las "reivindicaciones" o "exigencias" de los que dirigen profesionalmente algunos sectores de trabajadores y que tratan de alarmar o victimizarse haciendo alusión a falsedades; como la denunciada por un "maestro" trotskista que declaraba que habían sido brutalmente reprimidos por la policía en su bloqueo de un puente de la ciudad que, en los hechos, nunca ocurrió y donde ni siquiera aparecía el sujeto declarante.
El tu dialogas, el dialoga, yo no; está también presente en la posición de los dirigentes de la COB, en la de los médicos, los transportistas o los llamados salubristas que ponen condiciones a cualquier encuentro y que difícilmente llegan a alguna mesa para retirarse casi inmediatamente, porque no quieren escuchar sino, simplemente, hablar ellos y que se atienda su capricho, su intransigencia.
Para cualquier movilización ya no es necesario tener argumentos sino pretextos; hay que buscar la violencia y hacerse a la víctima, hay que desconocer el derecho ajeno y reclamar por el propio. Y la negación que, de este modo, se hace a la democracia está en la comprobación de cómo se arman las manifestaciones, los bloqueos, los paros y en la casi total ausencia del ciudadano común; incluso, de los propios trabajadores que no acatan esas medidas pero que no arman revuelo para llegar al público.
Pero en los mismos diálogos de sordos, se olvida al principal participante: el pueblo, el ciudadano común y se acuerda entre las partes menores, entre los interesados del reparto de la torta del materialismo; así sea entre los explotadores del transporte o los comerciantes de la salud o la educación. ¡Vaya diálogo y manera de entenderse! ¿Y el pueblo, el soberano?

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