Hoy, en Bolivia, debiéramos celebrar el Día del Periodista; pero los tiempos no están para tal cosa. Primero porque acude, reiteradamente, a nuestra memoria aquella frase de Doña Ana María Romero de Campero que decía: "el periodista culto, informado, es una especie en extinción", que se prueba cotidianamente al ver cómo la improvisación, la vulgaridad, la desfachatez, se han apoderado de un gran número de medios de comunicación, donde ya no es necesario ni ser informado ni culto porque la desvergüenza lo puede todo y la banalización o cabaretización es la regla.
Y si no hacemos este análisis o autocrítica en una fecha como hoy, estaríamos poniéndonos del lado de la indiferencia, de la irresponsabilidad, de esa corriente que sigue a los medios como si fuera un nuevo ídolo, sin darse cuenta de la burda manipulación que se hace mundialmente de la información y la verdad.
En defensa, precisamente, del periodismo, de la información, de la verdad es que hay que salir por los fueros de la dignidad y denunciar que sólo excepcionalmente ya se puede hallar profesionalidad y ética en el mundo entero y aunque ésto sea así, no es para consolarse sino para levantarse y vencer al materialismo dominante y reivindicar la humanidad misma; sus derechos, sus deberes, su conciencia.
La trivialización de los medios de comunicación, especialmente radio y televisión, está corroyendo la credibilidad de la prensa, de los periodistas, de la información; no sólo porque hay diversas miradas o interpretaciones sino porque quienes informan no están informados.
En el caso de Bolivia, por ejemplo, el conflicto de los "salubristas" no es el que aparece superficialmente bajo la excusa del horario sino el intento de mantener privilegios y "fueros" en una ridícula interpretación de lo que es la autonomía universitaria que casi siempre ha escondido el manejo partidista y sectario de nuestras universidades por profesionales "socialistas" de vida excesivamente aburguesada o, incluso, de imitación monárquica; lo que se quiere pues no es trabajar más o menos o dar cátedra paralelamente al trabajo sino ganar más con menor esfuerzo. Si nuestros periodistas estuvieran informados de esta realidad no harían de caja de resonancia de la impostura e investigarían también el origen del horario de las 6 horas, en qué régimen se dio, por quién, por qué y cómo. Lo mismo pasa con otros temas "actuales" como lo que atañe al TIPNIS o la demanda de los "profesores" del sistema de educación o la reforma que se está introduciendo, que no se investigan, se conocen, se analizan, para confrontar con la realidad, con los que saltan como actores de esto o lo otro y con los demagogos y usurpadores. Mucho se habla de democracia de libertades y muchos cuentos; pero nada se hace en realidad para fortalecer el sistema o la vigencia de los derechos porque cuando se falsea la verdad o se la desconoce por falta de vocación, no se es más que parte de los saboteadores, de los que no entienden la realidad porque no les interesa o porque no tienen capacidad para hacerlo.
En todo caso, un recuerdo amable para los periodistas de antaño y ogaño que dignifican la profesión, que saben lo que hacen y lo que dicen.
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