La explotación de nuestros recursos naturales requiere de más de un comentario porque, generalmente, trae mucha demagogia desde arriba y también desde abajo; ya que no se toma en cuenta la variedad de asuntos que implica.
Ya hemos visto cómo, en el caso del litio y del hierro, las expectativas no son buenas porque también las transnacionales tienen su juego obstruccionista y porque la cuestión puede ser vilmente manipulada. Pero no es primera vez que sucede en nuestra historia; ahí está el ejemplo de la falta de fundiciones de estaño no sólo para metalizar ese mineral sino también para evitar la fuga encubierta de otros que lo acompañan en las llamadas "barrillas" y que, en determinado momento, resultaban de mejor cotización que lo que se pagaba por el mineral que hizo de Patiño un potentado. Está también el "pimponeo" del oro que, gracias a la complicidad de gobiernos liberales, se exportaba y retornaba furtivamente para evadir impuestos y para generar más ganancias a través de los "incentivos" a la exportación; tenemos el boro, el litio, el sodio y el potasio que se explotan clandestinamente en la frontera con Chile y no reportan un centavo al erario nacional. Y, por mucho que no se crea, también nuestros "indígenas" han incursionado en el negocio del contrabando de madera y aunque se desgarran las vestiduras por la deforestación de sus ambientes y otras demagogias manejadas por ONGs y comparsas afines, no le hicieron ningún asquito a la venta de maderas finas y no tan finas y pretenden continuar así.
Podríamos también traer a colación la cuestión de la goma, el petróleo o, últimamente, el gas que no han satisfecho plenamente las esperanzas de industrialización de nuestros suelo y se siguen debatiendo en una incertidumbre que, muchas veces, se esconde o se agranda, de acuerdo a las conveniencias partidistas.
En torno a la explotación de recursos naturales si bien una de las condiciones principales es la propiedad o el dominio sobre los mismos no termina ahí, porque hay que tener capacidad científica y tecnológica para elaborar los productos finales y es ahí donde siempre nos han agarrado los "grandes" para seguir explotándonos; así se trate de "capitalistas" o de "comunistas" que, para el caso, es lo mismo.
Y, como si fuera poco, mientras nos desentendemos de los verdaderos problemas de la explotación de nuestros recursos naturales o nos enfrascamos en pequeñas y miserables luchas intestinas se nos distrae también con problemas falsos y hasta absurdos como aquello de poner en la mesa del debate la cuestión del matrimonio de los pervertidos o la supuesta "masacre" contra "indígenas" y su consiguiente y urgente aclaración.
Nuevamente, tenemos que admitir que nuestra Universidad no ha cumplido su papel y que sigamos en las mismas condiciones del siglo anterior tiene que ver con ese fracaso de la búsqueda de ciencia y tecnología porque en la Casa Superior no hay ni una ni otra y todo se reduce a un feudo, a un coto de explotación materialista y hedonista.
Si de criticar se trata, sería mejor analizar bien a quién o quiénes para no ser injustos y para encontrar realmente soluciones
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