miércoles, 16 de julio de 2014

VOTO EN CONTRA

Como en muchas partes nuevamente los electores bolivianos se enfrentan a una dura realidad; votar en contra, es decir, no por las virtudes, planes o características de los candidatos sino en contra de fulano o zutano.
No es primera vez que sucede y fue precisamente la autodenominada "clase política" que fue defenestrada por este tipo de voto, aunque se está dando modos para volver encubierta en una serie de aconchabamientos donde el transfugio es la característica que, se piensa, pasará desapercibido.
De otro lado, en una democracia de mercado como la que se nos ha impuesto mueven a risa las condiciones que se imponen no únicamente a la propaganda, y de las que seguramente nadie hará caso, sino también para el registro de los candidatos a quienes no se les exige idoneidad sino cuestiones menores.
Por lo que el sectarismo es ya una amenaza evidente que se irá agudizando ahora que las "alianzas" son tremendamente discutibles y donde se mezclan por igual militantes de los más variados espectros sin rubor alguno y sin que se les mueva un pelo. Que digan que trabajarán por esto o lo otro no es más que sofisma pues lo único que los mueve es trabajar por sí mismos y, por lo tanto, el bien común seguirá en el exilio, lo mismo que el socialismo del que tanto se llenan la boca derechistas como izquierdistas.
Pero, incluso, para el momento de votar la situación es harto incómoda porque el espectro para votar en contra es más amplio de lo que se cree. Se puede votar en contra del oficialismo por una variedad de razones y, entre ellas, su marcado sectarismo y tendencia a consolidarse como miembro de la "clase política"; pero donde más surgen motivos para votar en contra es cuando se ve la majadería de eso que se tiene como oposición y que no ha logrado ni siquiera consolidar un mínimo de condiciones para reclamar el voto a favor; si analizáramos a sus componentes no únicamente hay motivos morales para votar en contra de ellos sino también ideológicos que no es necesario aclarar pues la ciudadanía en general no es tan tonta como para caer en la trampa del simple antioficialismo.
Es tan pobre el panorama que hasta "resucitados" se han colado en las listas y pretenden sorprender.
Hasta el día de las votaciones, no elecciones, tiene el ciudadano común la ardua tarea de tener que discernir cuál voto en contra y contra quien va a utilizar.

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