Por mucho que se haga, los temas pendientes de nuestros países seguirán siendo la educación y la salud, porque no nos animamos a develar lo que en realidad ocurre diariamente.
A raíz de las muerte de trillizos en la caja de salud de Cochabamba, se ha vuelto a poner en entredicho la atención profesional en los nosocomios que no es algo raro sino que se ha hecho frecuente: la pésima calidad de varios profesionales que asisten sólo para cumplir un horario o un cupo y después marcharse.
Como siempre, para defender estas malas prácticas las autoridades respectivas repiten la misma cantinela: necesitamos más infraestructura, no hay profesionales especializados, los ítemes no abastecen y otras excusas que vamos arrastrando desde siempre.
Pero, lo mismo que en la educación, no sólo se trata de eso sino de calidad. ¿De qué serviría tener toda la infraestructura necesaria, los profesionales debidos e ítemes en abundancia si la calidad de los galenos sigue siendo como dijo alguno, entre malos y buenos? Porque de nada vale tener toda la tecnología de punta, los últimos avances en terapéutica si no hay formación clínica o pedagógica entre quienes ganan un salario y no le sirven al sistema.
Puede un médico hacer mucho, lo mismo que un profesor, con sólo dedicarle lo mejor de sí al paciente o al estudiante; lo mismo que no aporta absolutamente nada otro henchido simplemente de títulos o grados que nada valen en la práctica profesional. Y hay una diferencia abismal entre ambos.
Y, como en todo país pobre, los sistemas de educación y salud son los más caros, sean públicos o privados, pues no sólo hay que tener en cuenta los costos en sí sino también el desperdicio que se hace en la contratación de los que no aportan al sistema y se contentan con rascarse la panza.
Dejémonos pues de sofismas de infraestructura, equipamiento o lo que fuera y encaremos la cuestión desde la calidad del profesional que no puede seguir la regla aquella que en la viña del Señor hay de todo sino que debe regirse por la aristocracia, la idoneidad, el espíritu de servicio.
Mientras sigamos aferrados a las excusas de siempre, seguiremos teniendo muertos o inválidos como producto de la mala práctica de la medicina, como jóvenes que no saben leer, escriben peor y no tienen razonamiento lógico en la educación. Miremos las cosas como debe hacerse y es necesario recuperar la misión tanto del médico como del educador.
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