Ha terminado una versión más del fútbol profesional y comercial si novedades pues estaba visto que Alemania tenía las mejores opciones de campeonar, seguida de Holanda, y que los latinoamericanos no teníamos más candidatos que la esperanza y un milagro.
Pasada la "fiebre mundialista" que generalmente sirve para apartar nuestra mirada de otros problemas mundiales más graves, hay que ver lo que está sucediendo con Israel y su permanente agresión a los árabes y que, aunque usted no lo crea, cuenta con el visto bueno de los "grandes" pues de otro modo ya se habría elevado el grito al cielo.
Lo malo del diario acontecer de la tierra es eso: sin novedad. Porque ya no es ninguna que los fuertes ataquen a los débiles, que el deporte se haya convertido en un negocio más y con muchas sospechas de toda clase de suciedades, o que la "noticias" repetidas se hagan tan cotidianas que ya no llamen la atención de nadie. Que se ha descubierto que existe contrabando de armas nucleares, que se ha comprobado que también se comercia con bacilos y virus que debieron haberse destruido hace tiempo, que la medicina tiene un doloroso costo económico para los que tienen y los que no; ya no llaman la atención; lo mismo que fulano le haya machacado las costillas a su concubina, mujer o esposa o que alguna representante del "sexo débil" haya hecho lo mismo con su acompañante eventual o permanente. Ya no es noticia y apenas sirve para que la prensa amarilla saque ventaja económica del morbo de la gente.
Que los bolivianos no podemos explotar convenientemente ni el litio ni el hierro, porque no tenemos tecnología o que nuestros más caros sueños se han convertido en pesadillas, como Misicuni, tampoco ya son noticia y si sirve de algo es para ver lo que dicen los que no saben y los que sí. Porque la tecnología, lo mismo que la inversión, se ha convertido en otro dogal de dependencia porque nuestras universidades se han encerrado tanto en su sectarismo partidista y politiquero que apenas le prestan atención a la ciencia y la tecnología y, consiguientemente, no tenemos profesionales preparados para emprender la explotación soberana de nuestros recursos naturales. A tanto llega el colonialismo, que hasta en la propaganda comercial todavía llama la atención que un sujeto con acento gringo promueva tal o cual afeite o cosmético o que tal o cual cosa sea el elixir de moda, por mucho que se hable de descolonización y otras demagogias.
Ni en el fútbol ni en nada existen pues novedades.
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