Si analizamos seriamente los requisitos para postular como candidato al gobierno, podemos fácilmente pasar de la seriedad a la risa. Porque eso de la edad y otras cosas están implícitas en la calidad misma del ciudadano y hay otras que no debieran exigirse como la libreta militar que no sólo que puede implicar deberes de conciencia sino que es discriminatorio frente a las mujeres.
En fin, son requisitos por los que celosamente velan quienes ganan de la mediación de las elecciones; pero lo que no hemos visto que se pida a los candidatos es: conocimiento. Y no vamos a hablar de ciencias o artes sino de lo básico para cumplir con idoneidad su función, es decir, saber leer y escribir correctamente, no importa en qué idioma, y, por tanto, estar enterado de lo que significa el Estado, la soberanía, la democracia, la administración, la legislación, la voluntad general y particular, la delegación de la soberanía cómo y por qué se la hace; independientemente de la Constitución Política del Estado. Y si acaso, no supieran leer y no tienen la información, los auspiciadores de sus candidaturas debieran obligarse a prepararlos para cumplir esos requisitos que son más importantes que los que se exigen actualmente.
Y no es discriminar o menospreciar a quienes vienen de abajo, pues todos venimos de ahí, sino tener un mínimo de responsabilidad con la sociedad, el Estado, la colectividad.
Hace ya varios años que hemos tenido la oportunidad de comprobar cómo estos mínimos conocimientos brillan por su ausencia en los ambientes palaciegos, cuando hemos tenido que enfrentarnos a diputados, senadores o ministros; el problema no es pues actual sino que se arrastra desde hace décadas y no se presenta únicamente entre quienes no tienen título alguno, que en cierto modo sería excusable, sino entre los mismos titulados que no consiguen distinguir, por ejemplo, entre gobierno y Estado.
Muchas veces se dice que la democracia es perfectible; pero que sepamos nadie hace nada para perfeccionarla y mejorar y estamos yendo como el cangrejo, pues de la representación popular nos estamos embarcando en la representación sectaria, minúscula, lo mismo desde las filas del oficialismo como de la oposición, aunque no signifique nada.
En realidad, no hay pues requisitos oportunos y adecuados, lo que nos lleva a agudizar la distorsión de la democracia en el mercado y la representación popular en impostura.
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