En estos días se recuerda lo que se llamó la primera guerra mundial, que no se produjo por la muerte del archiduque sino porque las potencias emergentes de ese tiempo, tenían que distribuirse la mano de obra barata de la gente que emigraba del campo a la ciudad y establecer las condiciones de esa explotación. No fue pues como la historia nos pinta sino el establecimiento de la era industrial explotadora de recursos naturales y humanos.
Por lo que no resulta nada curioso que, paralelamente a ese recuerdo, se esté dando el genocidio israelí en contra e los palestinos o, ayer, se haya efectuado un ataque terrorista en contra de un avión de pasajeros con la muerte de alrededor de 300 personas.
¿Ha pasado un siglo pero qué ha cambiado? ¿Acaso los medios de comunicación no llaman "accidente" al crimen en contra del avión comercial? ¿Acaso no hay voces que tratan de excusar el genocidio de los israelíes, mientras las voces de protesta se ahogan de mil y una maneras?
Cuanta razón habría que darles a quienes criticaron el crimen de la primera guerra mundial y adivinaron o supieron interpretar lo que se venía por detrás, Ortega y Gasset, entre varios; pero no, seguimos en lo mismo, con periodistas "empotrados", la mayoría de ellos, y libres los más pocos y condenados al silencio.
El recuerdo de las atrocidades cometidas por la guerra europea, más que mundial, puede que mueva algunas acciones de reflexión y hasta de revisión de la historia oficial; pero no llegará a más porque el sistema de desinformación que se mantiene en el planeta todavía nos hace consentir que el progreso no significa muerte y dolor, que si no eres un explotado por el sistema estás del otro lado: el de la impunidad y el crimen; que la felicidad no es más que la satisfacción media, mercado mediante, de las necesidades materiales con total y definitivo olvido de las espirituales.
Ni para qué recordar a los muertos e inválidos de esa contienda porque no viene al caso y ello no quiere decir que los soldados y civiles sacrificados no tengan valor sino que son parte de las víctimas que si, en ese entonces, se dieron en los campos de batalla donde se estrenaban el tanque o los varios tipos de ametralladoras, hoy se dan en la explotación de los recursos naturales, en la deforestación, en la contaminación, en la persistencia de explotación como la prostitución, la drogadicción, la marginalidad, la migración.
Han pasado cien años y no hemos aprendido.
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