En verdad, esto del toque de retirada ordenado por la presidenta de La Moneda a su diplomacia, da pábulo a muchos comentarios; de los jurídicos no nos vamos a ocupar puesto que no sabemos en qué consisten y lo más probable es que se trate simplemente de "chicanas", es decir, incidentalismos que no tienen que ver con el fondo del asunto sino con la única intención de dilatar el proceso hasta donde se pueda.
Pero políticamente es un desacierto de marca mayor porque con esta actitud Chile renuncia al concierto internacional donde se tienen varios tratados que obligan a los Estados a una convivencia pacífica y civilizada; ni para qué siquiera citar cuales porque hay muchos.
De otro lado, ahora sí parece que la reunión de Bachelet con Obama, hace apenas unos días, sí tuvo que ver con esta decisión pues, a su regreso, se produce el anuncio y tiene que haber cierto respaldo; lo que supone confirmar que la oligarquía chilena no es más que intermediaria entre los intereses de otros que se quieren imponer de distinta manera y la pobreza de su propio pueblo que se enmascara de muchas maneras pero que nos recuerdan constantemente los mapuches, los estudiantes y otros sectores de su población.
Curiosamente, por decir algo, mientras Chile pugna porque se reconozca el Tratado de 1904 como válido y vigente, desconoce muchos otros del concierto internacional, como el de Bogotá, lo que nos da una idea exacta de su desconcierto, de su falta de argumentos históricos, jurídicos y, especialmente, morales para sostener una invasión que no fue más que una acción de piratería al estilo de Drake y otros de la época de los filibusteros.
Pero lo que más destapa la actitud de la diplomacia de La Moneda, es difícil decir que sea chilena porque una cosa es el pueblo y otra la oligarquía, es su hipocresía; ya no sólo con las posiciones ideológicas sino también con sus vecinos y, supuestos, hermanos en el subcontinente. Si bien es cierto que siempre ha dejado un cierto sabor de servilismo y de insolidaridad latinoamericana, la renuncia a La Haya, es una confirmación de esa hipocresía y, por tanto, su falta de espíritu latinoamericano, de adhesión a la Patria Grande, a la tierra misma donde se asienta.
Por lo demás, y paradójicamente, da cuenta de una actitud donde lo que menos les vale es lo que dicen los tratados que se firman, así sea por la fuerza, como en el caso de la invasión violenta a Bolivia, por encargo de los intereses ingleses.
¿A dónde va la oligarquía chilena?
No hay comentarios:
Publicar un comentario