Uno de los signos más evidentes de la mediocridad en que se desenvuelve la Universidad, según quienes postulan repensarla, es el lenguaje. Se ha creado, o se intenta hacerlo, una supuesta forma de lenguaje universitario que nada tiene que ver ni con la ciencia, la tecnología o la investigación. Entonces, aparecen como formas de éste, por ejemplo, "implementar", que se usa a troche y moche y venga o no venga al caso, "aperturar", por abrir, "recepcionar" por recibir y muchas otras formas de querer aparentar lo que, en fin de cuentas, no se tiene: formación científica que, forzosamente, debe traducirse particularmente en el uso correcto del lenguaje.
Pero lo que más sorprende es que tanto catedráticos, como alumnos sigan utilizando algunos términos pésimamente, como aquello de Estado, confundiéndolo con el simple gobierno, o indígena, como sinónimo de campesino o lo que fuera. Porque está demostrando que la formación universitaria sigue fallando y ha fallado y, es más, se ha hecho todo un fraude que se muestra hasta por la forma de desconocer las reglas de la lengua o en su deformación.
Antiguamente se decía: habla en difícil y verás que causas sensación. Algo de esto ha ido sucediendo con los que entraron a la Universidad y salieron de ella sin haberla entendido ni empapado de su papel y de su poder. ¿Cuántos hay que aferrados simplemente a su cartón, en que se ha inscrito un título, se pavonean sin saber de la misa la media? Pues son la mayoría.
Es tanta la sofistería, y no decimos sofisticación para no dar pábulo a otra confusión, en el supuesto lenguaje universitario que basta escuchar algunos conferencistas para saber que cuanto más difícil se habla, menos se entiende pero, curiosamente, más se aplaude. Lo que nos recuerda un episodio que se dio en en la universidad local, San Simón, en ocasión de la llegada de un catedrático chileno para explicar la llegada del cometa Halley y que nos contara otro de los involucrados, el Dr. Hartmann, pues resulta que cuanto más esfuerzos hacía el sujeto para explicarse, más asombro causaba entre los asistentes y, lógicamente, confusión; hasta que cansado de tan mal espectáculo se decidió a intervenir y lo hizo de manera tan magistral y efectiva que no sólo se entendió perfectamente el fenómeno cósmico sino que hizo olvidar completamente al invitado que tuvo que salir con el rabo entre las piernas.
Gracias al cientificismo, existen pocos componentes de la Universidad capaces de explicarse claramente y en lenguaje correcto y mientras siga así, seguiremos en las sombras de la ignorancia.
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