Un día como hoy se dio inicio a una de las industrias más rentables y, a la vez, mortíferas de la tierra: la industria armamentista.
Independientemente de los motivos aparentes y reales de esa conflagración, lo que queda claro es que la industria de la muerte va abarcando cada vez más espacios y campos de acción; no son sólo los aviones o los tanques que se usan como armas sino que se empiezan a diseñar otras en los laboratorios y que van desde el control de la mente hasta la bacteriológica pues a la primera continuó la segunda y aunque muchos afirman que ya pasamos la tercera, no hay duda que la guerra, la violencia, se ha hecho algo común de nuestra existencia; no por nada, ahora mismo, vemos impotentes cómo Israel hace gala de fuerza e impunidad mientras en otras áreas donde no corre sangre sino la suerte de muchas naciones, se imponen los fondos "buitre" o la especulación es la divisa de la economía.
Después de terminada la segunda guerra denominada mundial y aunque, aparentemente, los ganadores se habían repartido el planeta en dos corrientes; los preparativos de la violencia no se detuvieron y por eso es que a la bomba atómica, le sucedieron otras y se usó también de las antiguas para imponer condiciones coloniales en el África, el Asia, América y Europa, pues, como decía Jose Ma. Lera en su obra sobre la violencia, tan criminal es el detonar una bomba como el aprobar un alza en las cotizaciones, los intereses o los precios.
La industria bélica se nutre de impunidad y de altas ganancias; no es cierto que los pueblos necesitan más aviones, tanques, satélites o lo que fuera para garantizar nada sino de simple sentido común; pero son esas "necesidades" que impulsan los presupuestos de las naciones ricas para mantener su hegemonía, por muy en crisis o deficitarias que se presenten. ¿Cuánto del presupuesto en EEUU, para citar un ejemplo, va a la "defensa" y cuánto a la garantía de educación y salud para todos? Pues la diferencia es considerable y, las más de las veces, el ciudadano común no es informado ni correcta ni suficientemente sobre estas partidas, muchas de las cuales, incluso, están reñidas con la moral y la vigencia de los derechos universales.
Hay tantas actividades "sumergidas" que se manejan como "interés del Estado" que el mundo podría no salir de la estupefacción permanente si se dieran a conocer.
Lo que algunos celebran no es pues el inicio de la primera guerra mundial sino el establecimiento definitivo de la industria armamentista y la violencia como forma de gobierno y hegemonía.
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