Una vez más la democracia de mercado nos ha demostrado que los electores somos los convidados de piedra de partidos y sectores en pugna por hacerse de los ambientes palaciegos.
Muchas veces se ha escuchado que los candidatos a presentar saldrían de consultas previas y hasta primarias; pero nada de ello ha sucedido. Lo mismo que se acusa a los de la oposición, de elegir entre unos pocos, se hace al oficialismo cuyo líder, al final, es quien da el visto bueno que le presentan los"sectores sociales".
Total, ya se han elegido los uninominales y plurinominales que, igual, serán votados por consigna, desinformación o al azar porque racionalmente no se puede hacer. Lo peor de este panorama es que se toma a los electores para tratar de consolidar un sistema exageradamente sectario que está a años luz del bien común, del socialismo del que tanto se llenan la boca unos y otros. El daño, por lo tanto, no se hace únicamente al proceso electoral en sí sino a la democracia.
Este sectarismo nos recuerda mucho a Hitler y Mussolini, quienes no pudieron sostener el corporativismo que se basaba en la solidaridad social, en el fortalecimiento de instituciones profesionales con poder económico y político y, al final, fracasaron. Como muchos otros intentos que se dieron en la tierra y que terminaron en oligarquías, plutocracias y neofeudalismo.
Como se machaca y machaca sobre la autoregulación del mercado, algo que ha rebatido completamente el premio Nobel de economía Nash, se hace lo mismo en la democracia de mercado, donde se le hace consentir al elector que el privilegiado es él, que él elige y vota y, por tanto, el único beneficiado. Pero la cruda realidad nos muestra que el ciudadano común es un exiliado más, un paria, un sirviente de las estadísticas que se pueden presentar de mil y un modos.
Ni hemos tenido que ver con la elección de los candidatos ni tendremos que ver con la elección de quienes irrumpirán en los palacios, Por mucho que votemos en blanco o nulo ya los tribunales respectivos se darán modos para hacernos ver que sí votamos y que el voto vale; aunque sea sólo como papel higiénico.
Y así como no tenemos que ver son "sectores sociales", sindicatos o lo que fuere, tampoco tenemos que ver con este proceso de democracia de mercado que, una vez más, se nos ha impuesto por los que se dicen opositores como por el oficialismo.
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