Resulta todo un chiste que los candidatos se preocupen de presentar sus programas de gobierno ante el tribunal correspondiente, cuando estamos viendo todos los días lo que se traen entre las manos. De otro lado, ¿quién va a calificar esos programas como pertinentes o simplemente demagógicos? ¿Para qué los presentan si, igual, no los van a cumplir?
En la politiquería nacional e internacional es frecuente recurrir a los sofismas de programas de gobierno y las declaraciones de principios; pero la realidad nos muestra, una y otra vez, que sólo los tontos pueden creer en ellos pues si alguna vez se los hubiera cumplido, el mundo sería muy distinto de lo que actualmente es con tanta promesa de paz, de justicia, de solidaridad, de equidad, de honestidad.
Por lo demás, los candidatos casi nunca se refieren a sus programas de gobierno cuando comparecen ante los medios y los electores y, entonces, hablan de cualquier cosa y así pueden ofrecer salarios mejores a los policías amotinados, el cielo y la tierra a los discapacitados o convertir en un paraíso fiscal todo el territorio nacional. Total prometer no cuesta nada.
Y de lo que hemos padecido a lo largo de la historia ha sido, precisamente, de programas de gobierno que impliquen un proyecto nacional, una manera de ver nuestra nación en el concierto de las demás del mundo. Si bien es cierto que hubieron personalidades que se preocuparon de este aspecto y sólo para citar algunos diremos que Julio Méndez, Jaime Mendoza y Oscar Unzaga de la Vega lo hicieron, pocos y rarísimos han sido los partidos que recojan estas inquietudes y casi todos ellos se han reducido a hacer un listado del "árbol de las peras" a repartir que al cumplimiento de un programa.
Por eso es que resulta toda una burla o un chiste que se exija la presentación de programas de gobierno a los partidos, sabiendo que no los tienen y que ni siquiera tienen una concepción cierta del asunto. ¿Y quién obligará a su cumplimiento, suponiendo algo, cuando lleguen a ocupar los palacios respectivos? Cuando no hay moral, nadie puede asegurar nada y los ladrones más rapaces se presentan como honestos trabajadores o los sectarios más infames como unionistas o nacionalistas. Que no nos vengan con cuentos porque eso es complicidad con la mentira, la demagogia y la impostura.
Programas de gobierno, ¿quién cree en ellos?
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