Aunque es un decir, no hay duda que la "campaña electoral" tiene todas las licencias para dar curso al espectáculo y tratar de involucrar en él a los indiferentes o a los desinformados.
Porque basta ver cómo se las han apañado para presentar sus listas, unos y otros, para entender que el panorama, para el ciudadano común, es francamente decepcionante y sumamente obscuro.
La culpa la tienen tanto el oficialismo, que se ha convertido en otra"clase política" de las más tradicionales y esa majadería que se hace llamar oposición y que no atina ni ha atinado una.
Total, seguimos en las mismas triquiñuelas del partidismo y la politiquería donde lo que se busca no es el poder para servir sino para servirse de él. A tanto ha llegado esta situación que nos guste o no reconocerlo, tenemos varias republiquetas en el territorio nacional, donde se han asentado contrabandistas, narcotraficantes o evasores de impuestos que no sólo que no cumplen las leyes obligatorias, teóricamente para todos, sino que amenazan el poder constituido con la violencia.
Como en los viejos tiempos, hay sectores que no pagan y no quieren pagar impuestos so capa de diversos argumentos y sofismas, desde aquel de "gremialista" o "minorista" hasta los que creen que el Estado debe darles tales facilidades que todo sea ganancia, como es el caso de los mal llamados cooperativistas mineros.
Y de todas estas cosas, con seguridad, no se va a hablar en la campaña electoral porque no les conviene ni a unos ni a otros porque desnudaría que todavía tenemos esa Bolivia con privilegiados y olvidados, por mucho que haya un amplio tráfico entre ellos para aparecer como uno o como otros.
Lo del cambio, finalmente, ha quedado en simple sustitución. Si bien es cierto que se han iniciado una serie de proyectos industriales, mientras persista este ambiente de desigualdad e injusticia, no tienen sentido porque no contribuyen el bien común, a la colectividad.
Mucho barullo se ha hecho con la confección de las listas de candidatos para caer en lo mismo: falta de representatividad; pues pueden tener representación, aunque se a de sectores pequeños y hasta insignificantes u onerosos pero no representan los intereses de la patria, de la democracia, del porvenir.
Habría que buscar con lupa alguna excepción y, tal vez, no la hallaríamos pues el transfugio y el paracaidismo siguen siendo la tónica para hacerse acreedor a un lugar en las listas, que nada tienen que ver ni con el ciudadano ni con la patria.
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