Es increíble cómo la democracia de mercado trata de distraer la atención de la gente por medio del espectáculo. Porque eso es lo que se trata de armar, un probable debate, y que no sólo que no es tal sino que es un insulto a la inteligencia de las personas.
Hasta ahora, en el mundo, no ha habido más que un espectáculo de estos que podía llamársele debate y fue cuando Kennedy se postulaba a su primer mandato; después todo fue frustración y burla. Por eso es que cuando los candidatos dicen que quieren debatir, suelte la risa lo más que pueda; ¿de qué van a debatir si no tienen las ideas claras? ¿Intercambiar adjetivos o insultos es debate? Lo único que hace uno de estos espectáculos, en verdad, es revelar el grado de ignorancia de las personas y de aguante del público que se anima a verlos, porque hay que tener un buen hígado para hacerlo.
Por lo demás, se ha hecho costumbre que los "analistas", moderadores o personajillos de los medios intenten robarse el protagonismo y quieran ser el centro del espectáculo; lo que, a veces, consiguen por la poca información que tienen los espectadores.
Bueno fuera debatir de cara al pueblo; no sobre el cuoteo de la administración pública o el listado incoherente que se ha tomado como programa de gobierno, sino sobre un proyecto nacional o regional que nos haga ver qué es lo que piensan los candidatos respecto a la nación, al Estado y a la proyección de este en el concierto internacional.
A este nivel nadie ha llegado ni interna ni externamente y a lo que se limitan los candidatos foráneos o propios es a verter amenazas o promesas sin ton ni son, sin coherencia ni con la realidad ni con la política y de eso se hacen eco los medios para tratar de cobrar y vender mejor porque tampoco hay que olvidar que existen preferencias o manipulaciones y así el tonto puede tener más espacio y tiempo para decir sus tonteras, que el inteligente o preparado; aunque en politiquería francamente no los hay.
El "debate" es pues un espectáculo más de la democracia de mercado o del mercado a secas y por mucho que se diera entre teóricos y especuladores no tendría trascendencia alguna porque nada tiene que ver con la realidad.
Mejor sería preguntar, y para esto no se necesita espectáculo, qué piensan hacer los candidatos respecto al contrabando, la informalidad, la piratería, la evasión de impuestos, las subvenciones a determinados artículos y las preferencias a algunos sectores.
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