Ayer se recordó el día del nacimiento de El Libertador sin apenas homenajes. Y no es raro dentro de un pueblo que no tiene memoria de sí mismo sino que vive alienado a las modas o las ideas o ideologías que, lo primero, que buscan es deshacerse de la historia, para sustituir sus héroes por fantoches.
Y decimos que no tiene memoria de sí mismo por muchos factores; en primer lugar, la escritura no se ha usado para la transmisión del pensamiento y por eso es que desconocemos todavía nuestro pasado ancestral, aunque cabe la posibilidad que esta escritura esté ante nuestros ojos y no la veamos; en segundo lugar, porque la historia miente descaradamente o por conveniencia y, en tercer lugar, no tenemos hombres dedicados a esta ciencia de manera responsable y no simplemente copista o imitadora.
Además, como no puede ser de otra manera, la figura de Bolívar es controvertida y hasta se ha llegado a afirmar, cuando la eclosión del castrismo, que era un simple latifundista que defendía sus intereses, en una manera harto majadera de interpretar las cosas y la historia.
Para Bolivia El Libertador tiene una significación que va más allá del propio nombre de la república porque, junto al Mariscal de Ayacucho, supo recoger las aspiraciones de los altoperuanos y consolidar sus ansias de libertad, fuera de los intentos de unir a esta parte de la geografía a otras repúblicas emergentes.
Los bolivianos sólo quieren ser de ellos mismos, podría ser la conclusión que extraeríamos de las cartas que intercambiaron entre Bolívar y Sucre y dieron curso a la libertad y la independencia. Y este es un olvido mayúsculo que se hace cuando no se rinde el debido homenaje al 24 de julio, porque no tiene que ver más que con una aspiración: Ser nosotros mismos, sin alienarnos a fulanos o zutanos, sin la estulticia esa de ir detrás de otros o del furgón de cola, que es lo que han hecho varias veces quienes han querido desconocer la historia de nuestros pueblos, para imponer sus sustitutos fuera de contexto y relato y fuera también de la ideología de la autenticidad.
Es una lástima que la fecha haya transcurrido casi en el olvido; pero es una alerta más para insistir en el conocimiento y profundización de la historia para no seguir cometiendo los mismos errores.
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