Aparte de las respuestas que Bolivia debe presentar ante el tribunal internacional de La Haya, por las objeciones a su competencia de parte de La Moneda, hay otras que paralelamente debieran adoptarse y que no se ha hecho por cierta complicidad de anteriores regímenes.
Hace ya décadas que se planteó la necesidad de abrir otros puertos, no chilenos, al tráfico de carga de Bolivia y para Bolivia, los más indicados están en el Perú aunque también se han propuesto otros en el Atlántico que también pueden servir.
El caso es que mientras se hacían teorías y discursos sobre estas necesidades imperiosas, debajo de la mesa, se establecían más nexos de dependencia de los puertos chilenos o se ofrecían al vecino, mal vecino, más facilidades que las que se le acuerda por el Tratado de 1904. Apenas dos ejemplos para tratar de poner clara la cuestión: el desvío del río Lauca, en el gobierno del MNR, que no sólo que fue arbitrario, ilegal y usurpador sino que fue hecho por trabajadores bolivianos y empresas bolivianas y la ayuda prestada al gobierno de Pinochet, en el régimen banzerista, en alimentos y carburantes cuando esa tiranía estaba al borde del abismo. El abrazo de Arica y el de Charaña, sin signos de ese "entendimiento".
Ilo es una buena opción para ejecutar estas políticas de liberación de la dominación chilena que, aunque no se crea, obtiene grandes beneficios de nuestro enclaustramiento y, en realidad, controla nuestras importaciones y exportaciones. Mercaderías que no le convienen a la economía del Mapocho, pueden ser fácilmente retenidas en los puertos y, en el caso inverso, si nos hemos convertido en basurero de autos indocumentados o siniestrados, ropa usada y demás cosas, es gracias a la facilidad con que los puertos chilenos actúan al respecto y las ganancias que dejan.
Lo que necesitamos es pues una respuesta contundente a la política de mentiras y engaño de la oligarquía chilena y la mejor es, de una vez, ejecutar el proyecto de Ilo u otro alternativo pero dejar de usar los puertos que, otrora, nos pertenecieron como el de Antofagasta.
No hay nada mejor que tocar los puntos sensibles del rival o del enemigo y, en este caso, la desviación del comercio internacional hacia otros puertos puede causar mejores efectos que los esperados y puede ser también la forma de evitar una nueva contienda bélica como amenaza, entre líneas, la oligarquía chilena en el tema de La Haya.
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