Dizque, el vídeo de un hombre acusado de corrupción de ha hecho "viral" en las redes sociales. Nada raro; pero también habría que considerar la opinión de algunos europeos sobre la obligación de los corruptos de devolver lo birlado, cosa que nunca se hace. A tal punto, que en Bolivia un conocido inmoral se atrevió a decir: la vergüenza pasa, pero el beneficio queda. Y es tan así que por doquier podemos encontrar los familiares beneficiarios de la corrupción no únicamente disfrutando de lo robado sino ostentándolo; lo mismo se trate de ex mandatarios, ministros, alcaldes, prefectos, diputados o lo que fuere o de "gremialistas", "minoristas" y otros istas donde se esconden los nuevos corruptos y que no tienen vergüenza alguna en demostrar lo que tienen. No por nada se habla de los "nuevos ricos" como una nueva clase media o, tal vez, una media clase.
El hecho es que la corrupción es una pandemia que lo mismo se da en los ambientes palaciegos como del "deporte" o el "arte" que es donde se ha hecho transnacional y fuera de las regulaciones legales o morales de los Estados y cabalga sin zozobra alguna, por mucho que se escriba o diga algo en los medios de comunicación.
Se ha intentado poner freno a esta manía de aparecer rico de la noche a la mañana, aprobando una ley que, incluso, se ha denominado como Marcelo Quiroga Santa cruz; ahí está y todavía nadie la ha probado porque, por mucho discurso de por medio, siempre la moral se relaja a los ojos de quienes disfrutan del "árbol de las peras" y de los que hacen como la zorra y las uvas del cuento.
La corrupción de ha convertido en una suerte de perspectiva distinta para el que está arriba como para el que está abajo; algo que nos adelantara ya José María Arguedas en su obra: "Zorro de arriba, zorro de abajo" y la realidad del mundo está así. Estremeciendo y aplastando al pueblo entre los que roban y los que se dejan robar.
Esta es la realidad que hace que los candidatos en las elecciones no busquen alianzas ideológicas o programáticas sino contubernios, aconchabamientos, entre los intereses mezquinos de unos y de otros y es lo que se refleja en la composición de las candidaturas oficialistas y opositoras que andan por encima de los principios morales, de gobiernos o proyectos que satisfagan las necesidades o aspiraciones ciudadanas.
Por lo tanto, ¿de qué sirve ver el llanto o hasta el "hara kiri" de un corrupto si no devuelve lo robado? ¿No es acaso consolidar aquello de la vergüenza pasa, el beneficio queda? ¿La clase media o media clase aumenta por la productividad o por la corrupción? Vaya uno a saberlo.
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