Ya nadie tiene dudas que vivimos unos tiempos caracterizados por el consumismo que absorbe el sexo, la comida o la guerra y la paz.
Cuando se habla de sexo, en los tiempos actuales, no sólo se incide en el placer por el placer o el simple goce y disfrute, supuestamente aparejados a los derechos, sino que se incluye una batería de productos comerciales que pueden darle mayor libertad al exceso; condones, preservativos, abortivos se los presente así o no, juguetes de todo tipo, ropa, especialmente lencería, y una infinidad de artículos que, teóricamente, hacen la felicidad; la misma que se reduce también a los resultados en la cama.
Lo de la educación sexual sigue siendo un mito o una teoría; no porque no se la practica sino porque hay puntos de vista para todos los gustos, desde lo de la función hace al órgano hasta la inexperiencia como dote. Seguramente hay muchos padres que ya no saben qué decir porque la propaganda del mercado se les adelanta en todo y todo se reduce a: goza ahora y paga después; sin aclarar que los costos no se reducen a la ropa, los juguetes, los cosméticos o lo que fuera sino a la vida de las personas y de otras inocentes, como son los hijos que pueden ser generados en un ambiente donde no hay más que sexismo y consumismo pero no amor.
Precisamente a raíz del sonsonete de los derechos sexuales y demás propaganda sexista, hace unos días se dio un programa televisivo donde a la pregunta: ¿tengo mi hija adolescente embarazada, qué hago?, saltó uno de esos sicólogos que no debieran faltar y amplió la interrogante a la familia misma, a la sociedad, para preguntar: ¿y dónde estabas tú?
Porque la cuestión tiene implícita la actitud y comportamiento no únicamente de la adolescente que suele ser víctima del consumismo y el derechismo, sino del entorno donde los actores más inmediatos no cumplen su papel ni en la orientación sobre el sexo y, menos, sobre la actitud ante la propaganda del mercado.
Y es precisamente sobre lo último que se nota la ausencia en las autoridades como el pueblo en general; la moda, es un tirano insatisfecho, sanguinario, cruel, que lo mismo hace víctimas entre los niños que los adolescente y hasta los viejos; desde la comida, el vestido, la música, la tecnología o el arte, todo es propaganda; cuestión de vender y de comprar y lo primero que habría que hacer para no tener problemas con los adolescentes y los jóvenes, respecto al sexo y la vida misma, es enseñarles a lidiar con el mercado, con la propaganda, con la moda, para ejercer verdaderamente de sus derechos y plantearse la felicidad no como una cuestión de mercado sino de estabilidad emocional.
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