Nuevamente los autodenominados "maestros" o "trabajadores de la educación", salieron a las calles y aunque no sean todos; es lamentable.
Porque, en primer lugar, tuvieron todo el tiempo necesario para oponerse a lo que hoy se oponen, cuando se analizaba el proyecto de reforma y antes de su aprobación, donde guardaron silencio cómplice por mucho que hoy se desgarren las vestiduras y digan que no les conviene.
A continuación, habría que preguntarse: ¿Defienden la educación, al "maestro", al alumno, la inamovilidad o el simple usufructo de las cuotas sindicales? Porque la historia contemporánea nos enseña que tanto los trotskistas como los comunistas, que se alternan en las direcciones sindicales, nunca han aportado una idea al sistema, una teoría, un programa y simplemente se han dedicado a apoyar o reprobar lo que otros han intentado cuando, incluso, en los congresos "pedagógicos" que ellos mismos organizaban, no faltaban los que conociendo la educación y queriendo aportar presentaban sus ideas que luego se salían como producto de su cosecha.
Hace décadas que venimos insistiendo en una reforma seria del sistema y hasta nos animamos a opinar que debiera darse más preferencia a las ciencias puras pues de ellas nacen la tecnología o la ciencia misma y, de otro lado, en la urgencia de tener un sistema propio, que no se parezca a otro o que lo copie sino que, recogiendo lo nuestro, sea capaz de avanzar hacia la consolidación de una identidad regional y latinoamericana que contribuya a la liberación tanto de la derecha como de la izquierda.
Pero, hasta el momento, el manejo excesivamente sectario del sistema, en manos tanto de burócratas como de seudosindicalistas, hace imposible cualquier reforma o planteamiento porque lo primero que se ve es qué beneficios puede dar en carga horaria, en clientelismo o en vagancia pura porque se ha repetido muchas veces que el manejo partidista de la burocracia o los "avales" sindicales violan los derechos elementales de cualquier ciudadano y nadie dice nada.
Lo único que hay que lamentar, una y otra vez, es que los demagogos pretendan hacernos creer que defienden la educación, cuando lo único que defienden son las cuotas sindicales que son el sustento partidista que usufructúan desde hace décadas.
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