lunes, 5 de mayo de 2014

EL MERCADO ELECTORAL

Es chistoso, no interesante, cómo algunos medios se disputan la entrada en el mercado electoral y ofrecen encuestas, entrevistas, analistas y otras yerbas que en nada influirán en el mercado mismo o los resultados.
Porque en el momento en que todo se convierte en mercancía no sólo que desvirtúa su esencia sino que lo distorsiona todo. Es lo que está pasando, por ejemplo, con los aprestos de los opositores parta conformar un frente común o elegir un candidato con posibilidades; pero que se ve claramente que no se desligan de su autopresentación por mucho que juren y rejuren que están dispuestos a hacerse a un lado.
Y es que tampoco un candidato se hace de la noche a la mañana, no nace por generación espontánea y ni toda la propaganda de los medios pueden presentarlo así por así y lo que le ha faltado a la oposición en todos estos años no lo va a encontrar a la vuelta de la esquina o tropezar con él como se tropieza con una moneda.
Por lo demás, el mercado tiene sus propias reglas, responde a la oferta y la demanda y aunque nadie sabe qué es lo que deben ofrecer los unos y los otros, se supone que ya no es suficiente el barullo de antaño, esas aparentes virtudes que desaparecían como fuegos fatuos y esos compromisos con la democracia que se desvanecían entre alianzas y aconchabamientos.
Precisamente esta forma de "aliarse" está comprometiendo más todavía la vida de los sindicatos y de los seudosindicalistas que hace tiempo se han cuestionado por estas actitudes de sectarismo e intereses personales o de grupo y que son la amenaza real en contra del sistema de representación que debiera seguir teniendo su esencia en el bien común; pero que se ha dejado en el camino en una claudicación que tendrá que responder el tiempo y la historia.
Ya para nadie es atractivo ver, escuchar o leer las patochadas de los que fungen de analistas y que no son sino los "pajpakus" que solemos ver en las recovas ofreciendo desde el bálsamo de fierabras hasta el elixir de la juventud.
La gran interrogante: ¿Hasta cuándo puede sostenerse esta democracia de mercado? Porque no hay mal que dure cien años.

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