¿Qué está sucediendo en Bolivia? Pues algo que se veía venir: el sectarismo. Y es que cuando se defienden los intereses del sector con la pasión y el calor del sectarismo, es decir, no sólo "yo tengo la razón" sino "yo soy la razón" o la verdad o lo que fuera, se olvidan los principios de la democracia, del bien común, de la legalidad, de la moral y de cualquier ideología política y desde el rato en que los "cooperativistas" mineros mostraron su espíritu "revolucionario", subiendo indiscriminadamente los salarios de los dirigentes y contratando obreros para explotarlos, se veía venir que cuando se acabaran los privilegios, la reacción iba a ser violenta.
El sistema cooperativo es un buen medio de evitar la explotación del hombre por el hombre o del capital sobre éste; pero cuando se pone en práctica sus principios. Pero si se los distorsiona a placer, entonces, aparecen una suerte de sociedades anónimas donde unos ganan como pachás y otros sirven como esclavos. Pasa en la "cooperativas" mineras, de comunicaciones y de otra índole y cuando se quiere hablar al respecto los beneficiarios hacen causa común para acallar las observaciones.
Lo malo no está en la insurgencia de "vivos" sino en la mentalidad de los "revolucionarios" que lo que buscan no es la igualdad, la justicia o el acatamiento a la ley natural y jurídica sino la simple sustitución, el turno, el relevo de los explotadores y se manifiesta en actitudes intransigentes supuestamente sindicales o de defensa del "fuero", que es la trinchera donde se escondieron muchos de los nuevos corruptos, los nuevos ricos, los nuevos impunes.
Hoy son los mineros "cooperativistas", ayer fueron simplemente los mineros o los fabriles o los que fuera; mimetizados con discursos marxistas o trotskistas, socialistas o anarquistas, demócratas al estilo de la ex URSS o de Cuba. Pero, como vemos, aspirantes sólo a nuevos ricos, a quienes no les interesa ni el Estado, ni la justicia, ni el socialismo y se estornudan en ellos. Y esta apariencia revolucionaria se ha mantenido por años al calor de un "fervor revolucionario" y de cambio que tenía que hacer crisis cuando se impusiera la realidad, la razón, las leyes.
Como varias veces lo hemos dicho, a caballo del sofisma popular o revolucionario, se ha ido estableciendo el sectarismo; los pobres de ayer quieren ser los ricos de hoy, los discriminados pretenden discriminar, los que no comieron bien quieren hartarse en banquetes ininterrumpidos y la Constitución neoliberal que se ha aprobado, bajo el poncho, da pie para todo ello.
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