Con la muerte de García Márquez se habla mucho de realismo mágico y de cómo supo extenderlo e incentivarlo en otros escritores; pero, como sucede muchas veces, los comentarios suelen ser parciales y no se toman en cuenta no únicamente otros escritores sino otras áreas de la realidad.
¿Como no recordar, verbigracia, a José María Arguedas cuyas obras tienen más de realismo y de magia? Y es sólo un ejemplo de muchos que se pueden citar en la América Latina y el mundo. Mas, mientras se insiste sobre unos aspectos, no se dice nada o se dice poco sobre otros, como cuando hizo sus observaciones y críticas al "nuevo periodismo", al que no concedía virtudes sino defectos al grado de afirmar que las Carreras de Comunicación, como remedio, habían salido peor que la enfermedad y que el periodismo seguía en la tradición de hacerse en las salas de redacción que en las aulas.
Pero apartándonos de la literatura, tenemos que convenir que hay mucho más de magia, de increíble, en la situación política, económica y social de nuestros pueblos que en las obras de los artistas. Nos autodenominamos independientes y libres e, intencionalmente, escondemos nuestra calidad de colonias económicas o ideológicas por lo que las revoluciones o las liberaciones no son tales sino remedos o sustituciones de lo pasado; sea en el discurso o los actos de la derecha como de la izquierda, de los conservadores como los revolucionarios.
Pero el discurso de la liberación de los pueblos, del desarrollo, del progreso, de la democracia, de los derechos no se aparta de lo mágico para hacerse realidad; lo mismo si fulano o zutano se codea con Castro o con Bush o nos quieren imponer las recetas monetaristas del FMI o las del socialismo marxista.
Como lo hemos dicho, la muerte de García Márquez tiene que servir para la reflexión antes que para llevar agua a los molinos del sectarismo o el partidismo; para hacernos comprender que no conocemos nuestra literatura y preferimos los "empaquetados" extranjeros y para reafirmar nuestra búsqueda constante de una personalidad y una impronta que ya no puede ser de derechas o de izquierdas sino superarlas para ponerse encima de ellas, más allá de la "interpretación de la historia" materialista, que lo mismo se da en uno y otro polo, y en el perfeccionamiento de nuestro camino hacia la evolución espiritual.
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