Hay muchos signos a los que no les solemos dar importancia hasta que es demasiado tarde y nos suelen llamar la atención porque son la muestra de la declinación, decadencia o claudicación. Uno de los mayores es que es difícil poner orden en el desorden no únicamente por que éste se ha arraigado sino porque el sectarismo o el partidismo nos lo impiden; pero son sumamente peligrosos si recordamos nuestra historia republicana tan llena de "revoluciones" y "contrarevoluciones" o restauraciones que debiéramos haber asimilado mejor para prevenir el futuro.
No siempre ni la justicia ni la ley se ha impuesto entre nosotros y, por el contrario, siempre han habido "vivos" que se creen por encima de cualquier circunstancia y pescan en río revuelto. No hay que olvidar la forma cómo se distribuían las áreas del contrabando y la aduana en plena "revolución nacional", la existencia casi permanente de privilegios que se concedían en la otorgación de la libre importación de esto o lo otro o la libertad de saltarse la obligación de pagar impuestos que, una veces, se concede a aquellos y otras a estos. El caso, últimamente, de "cooperativistas" mineros y de cocaleros es contundente al respecto.
Por eso, aunque no extraña la manifestación de miliitares por las calles de las ciudades, debe preocuparnos porque puede ser el signo evidente de la intención de cambiar el actual estado de cosas que aunque se caracteriza por la democracia de mercado y el liberalismo, curiosamente, se califica como socialista marxista desde otras vertientes.
Nunca, infelizmente, han faltado los "felipillos" en nuestras tierras, aquellos personajes de baja estopa dispuestos a vender su alma al diablo por unas monedas que así como se han prestado a las maquinaciones de la guerra internacional, lo han hecho también para hacernos perder el rumbo del crecimiento o, lo que es peor, la identidad. Tampoco, en muchos casos, la declinación se ha provocado desde fuera sino desde dentro, en vista de la gran cantidad de paracaidistas o tránsfugas que se dan modos para estar siempre en los entornos del poder.
Aunque es difícil, en un ambiente caraterizado por el materialismo y el desconocimiento de la historia, poner orden en el desorden, tendría que ser el objetivo de cualquier gobierno o gobernante porque, de otro modo, siempre serán sospechosas estas acciones en contra de la "discriminación" o los derechos o que las esposas decidan mostrar quiénes mandan en los cuarteles familiares y militares.
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