domingo, 27 de abril de 2014

LAMENTABLE VULNERABILIDAD

Ayer se incendió el edificio de la Contraloría y cuando pasábamos por el lugar no había todavía bomberos y la gente se limitaba a mirar o tomar fotos con celulares o cámaras, quien sabe para qué o por qué. Aparte de las lenguas de fuego que salían del techo no se veía más que humo; pero hay algunas cosas que llaman la atención.
En primer lugar, todo auxilio depende mucho de la prontitud y eficiencia y del operativo que se desarrolle por parte de quienes deben intervenir; nada de eso vimos y sí más bien lo contrario; segundo, se supone que toda institución debiera contar con su propio sistema de emergencias como pueden ser extinguidores y otros; tampoco vimos nada aunque la voluntad de favorecer la asistencia y no perjudicar, hizo que nos alejáramos del lugar; en tercer lugar, una vez más, la falta de preparación de los policías se hizo evidente.
Como no llegaban los carros bomberos vimos a un carro cisterna tratar de abrirse paso por la calle 25 de mayo, al mando de una policía cuya voz de mando y resolución hizo que los pésimos ciudadanos acataran las medidas de emergencia, cediendo paso, aunque sea a la fuerza. Y esto es lo preocupante; no hay disciplina entre el ciudadano común y, peor todavía, entre los conductores de buses, micros, minibuses y taxis, que insisten en ir por donde no pueden y, los muy descerebrados, creen que atronando con bocinas y otros artilugios van a conseguir sus caprichos.
Inmediatamente que se produce un siniestro debiera establecerse un cerco alrededor que asegure no sólo la llegada de ayuda oportuna sino que evite la presencia de mirones que perjudican; nada de esto de vio ayer y hasta la moto particular que se colocó en la esquina de la 25 de mayo y Heroínas, cumplió a medias su papel porque la estulticia de los choferes es una muestra de fanatismo.
La cuestión es que, una vez más, se demuestra que tenemos una gran vulnerabilidad a los desastres porque, en primer lugar, las organizaciones de apoyo o ayuda tardan en reaccionar; segundo, porque no existen medidas preventivas en las propias instituciones y, tercero, porque la gente muestra que tampoco está preparada ni entrenada para estas circunstancias y hace lo que no debiera hacer.
Lo que se haya perdido materialmente es poco; lo que revela el incendio y la demora en el combate a las llamas y el comportamiento general, es lo preocupante.

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