Una de las cosas sobre la cual no va a usted hallar nada en los informativos o las noticias, es referencia alguna a la era de la angustia. ¿Cuándo se inició? Para algunos cuando la bomba caída en Hiroshima nos hizo comprender que estábamos en manos de cualquier loco que podía activar el arsenal nuclear sin responsabilidad alguna; para otros, comenzó cuando la razón sustituyó la revelación, es decir, cuando los ignorantes empezaron a titularse.
Pero no hay duda que la angustia se agudiza cada vez más, no sólo por la posibilidad que algún loco dispare un misil sin retorno sino también por los efectos del cambio climático o los desastres naturales que amenazan con un gran terremoto. También hay que tener en cuenta los flujos y reflujos de la moneda, los precios sometidos a los intereses de grandes empresas que sólo quieren más y más lucro y avaricia o las amenazas de revoluciones o tiranías con que derechistas o izquierdistas amagan diariamente.
Vivimos la era de la angustia por mucho que ni siquiera nos demos cuenta o que pensemos que todo es parte de la "modernidad" o el "progreso", aspectos sobre los que varios pensadores llamaron la atención descubriendo, más bien, sus efectos negativos en el crecimiento o la evolución de la especie y dándonos cuenta que los factores sobre los que se asienta la angustia son fácilmente reconocibles, como la disolución de la familia, la biología sin alma, la supresión de la intimidad, las amenazas del totalitarismo, las persecuciones políticas, el hombre como máquina, la impostura, la supresión de la conciencia de la muerte, la supresión de los sentimientos y la desconfianza en el futuro.
Hace décadas que ya Spengler llamó la atención sobre estos riesgos y sobre los que también nos ilustraron Orwell, Huxley, Bradbury y otros con sus obras de "ciencia ficción" que preveían el mundo que hoy vivimos. Factores que son tan evidentes, como la la disolución de la familia, que no sólo da paso a las madres solteras y sin compromiso ni vocación sino también a la impostura homosexual o la "libertad" que puede excusar todo, desde las aberraciones más lamentables hasta los crímenes que se hacen cotidianos, como el secuestro o la violación.
Esta era de la angustia, curiosamente, se palia con el consumismo, con el afán desmesurado de comprar o aparentar, de poseer y no ser o con la adicción a las drogas legales o ilegales que se expanden cada vez más indiscriminadamente entre adultos o menores.
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