No hay nada más escarnecedor que enseñar a los niños a fingir, a usurpar funciones, hacer circo barato. Pero esto es lo que se les ofrece como "homenaje" por su día y ya se aprestan los demagogos a festejarlo.
Estaría bien que las autoridades les recibieran en audiencias especiales para conocer sus necesidades, sus sueños, sus juegos; pero los que creen que cobrar dietas y andar de sandios es hacer servicio, los usarán como simples objetos de la compra venta del mercado de la democracia y, ésta última, es lo que menos aprenderán porque este sistema de gobierno se funda en el respeto al prójimo, a la ley, al derecho ajeno y no en espectáculos de mal gusto, imposturas o imitaciones.
Lo que hay que hacer por los niños es alejarlos de los curules o los escritorios de la politiquería y acercarlos al conocimiento de diferentes sistemas de gobierno, a las corrientes ideológicas del pensamiento o de la filosofía; pero usarlos para la propaganda de la antítesis de la democracia, del sectarismo o de la demagogia, es el colmo.
Sólo mejorando la educación y la salud se puede luchar por el porvenir de los niños y, para eso, hay que alejarlos del circo infame; ese que no hacen los que se dedican de vocación a él sino los impostores, los mentirosos, los viles.
Hay que darles de comer y no hacerles tragar píldoras cuadradas; hay que respetarlos y no obligarles a hacer el papel para el que no están ni habilitados ni preparados; por mucha buena voluntad que ellos o sus padres pongan en cumplir su rol en la comedia. Porque, ésta, de comedia se vuelve en tragedia.
Hay que velar por su salud mental y física y obligarlos a hacer el papel de concejales, consejeros o ministros, es hacerles daño y traumatizarlos; ahora que tan en boga están los que se desgarran las vestiduras por esto o aquello; pero que contribuyen a ese circo infame donde se usa a la niñez.
Y esta evidente falta de respeto a los niños, nos descubre algo más tenebroso: la falta de ideas de los mayores; de los que fungen de autoridades o de políticos, de los que debieran ser ejemplo y darlo con su conducta
Es una lástima que, en lugar de respetarlos, se use a los niños para lo soez, lo interesado, lo bastardo.
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