Desde hace décadas que los sindicatos se han convertido en partidos, tanto en Bolivia como la Argentina, el Perú o Francia.
De este modo se consigue no únicamente distorsionar la lucha de por los derechos de los gremios sino también la política como el arte y la ciencia de gobernar en base a la defensa del bien común. En estos días se están dando dos fenómenos de un mismo origen: la pelea por el poder puro y simple.
En Bolivia la Central Obrera Boliviana, creada al calor del poder en los inicios de la "revolución nacional", ha firmado un pacto de alianza con el partido de gobierno, en vistas a las próximas elecciones, y en la Argentina, los dirigentes "sindicales" no han visto mejor manera de presionar por mejores posiciones de gobierno que hacerle un paro a la presidente que habita la Casa Rosada que, curiosamente, afirma tener los mismo nexos y orígenes que sus detractores: el peronismo.
La cosa viene de lejos; de cuando los anarquistas se expandieron por todo el mundo y, a instancias de ellos, los "comunistas" crecieron como parásitos; desde entonces no se puede definir bien dónde empieza la defensa de los derechos gremiales y termina el partidismo y nadie tampoco puede afirmar, a ciencia cierta, qué es lo que finalmente se persigue, si el poder o el derecho.
Se ha hecho una costumbre que cuando el gobierno se dice populista o socialista, los autodenominados dirigentes sindicales, ocupen puestos en la administración pública u otras instancias del mismo; mientras que cuando los ocupantes de Palacio Quemado se definen como cualquier otra cosa que no sea socialismo a secas o entrecomillado, las organizaciones sindicales se manifestarán ante cualquier estornudo sin oponer otra cosa que la oposición por la oposición.
Esta es una forma característica del anarquismo de cuestionar el ambiente en que se dé y los partidos "socialistas", especialmente de tendencia marxista o trotskista, que se han apoderado de los sindicatos no desaprovechan la ocasión para decir que se oponen o que están en contra de esto o lo otro, sin jamás aclarar por qué. Es el caso patético de los sindicatos y federaciones de los "trabajadores de la educación" o de "maestros" en Bolivia que se oponen a todo y contra todo, sin dejar de servirse del sindicalismo como fuente de subvención económica y parasitismo social. Lo mismo ocurre en México donde se ha denunciado el enriquecimiento "milagroso" de sus principales dirigentes y también en la Argentina u otros países.
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