sábado, 30 de noviembre de 2013

JUVENTUD DEPRIMIDA

Aunque parezca una ñoñería o lo que quieran; lo cierto es que hay alarmantes signos sobre la depresión en que está la juventud y todavía nadie se anima a hacer un diagnóstico serio de la situación.
En primer lugar, está el consumo de alcohol; que no es una ocasión para alegrarse un poco, compartir con los amigos o hacer nuevas amistades sino la búsqueda de la embriaguez por sí misma, por su toxicidad, porque cada vez no sólo que hay más tragos adulterados sino que se va recurriendo a un más alto grado alcohólico y una ingesta incontrolada.
En segundo lugar, el ruido que atrae como moscas a la miel en cuanto se anuncia cualquier espectáculo y que no es más que contaminación acústica que, como se ha demostrado científicamente, deprime el cerebro en grados todavía no bien cuantificados.
En tercer lugar, el creciente consumo de drogas, especialmente la mariguana que no se conocía mucho localmente y que ahora es ya una verdadera plaga.
Si solo atendemos estos tres factores de depresión cerebral, por mucho que hayan efectos estimulantes en pequeñas dosis o al principio del consumo, no hay duda que la juventud tiene que ser objeto de estudio y también el mercado que le proporciona abundantemente la ocasión de deprimirse por medio de unos medios de comunicación que hace rato que están forzando una intervención gubernamental que evite las consecuencias negativas que se están dando, como el pandillerismo, el incentivo a la delincuencia, que es lo que se conoce por los primeros informes en Cochabamba y otras ciudades.
Y es lamentable lo que viene ocurriendo porque nos estremecen de miedo y hasta de pavor cuando se anuncia irresponsable o majaderamente una "inflación" o las consecuencias desastrosas de esta o aquella medida y que, al final, no hay naranjas; pero nada se dice ante estos signos evidentes del riesgo en que se encuentra la juventud que, incluso, en los predios universitarios da serios motivos como para preocuparse por ella, verbigracia, cuando se enfrentan con los muebles o los inmuebles en supuestos debates ideológicos que es poco menos que imposible hallar ya en esos ambientes o abren la boca y muestran un deficiente y lamentable manejo del lenguaje.
Lo que está ocurriendo con esta suerte de depresión de la juventud, debiera mover a médicos, psicólogos, psiquiatras y hasta sociólogos, de los verdaderos, para encarar un problema que se da allá donde se encuentra el porvenir o el tesoro; que es normalmente como se refieren muchos a esta etapa de la juventud.


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