Mientras el gobierno boliviano, a la espera de las elecciones en Chile, piensa retomar el camino del diálogo para el retorno al mar, la favorita para ganar ha expresado que el asunto es un tema de defensa, es decir, militar.
No es primera vez que sucede, no hay que olvidar el abrazo de Arica, el de Charaña o los muchos que se han dado entre "izquierdistas" para viabilizar el retorno de nuestro país a las costas del Pacífico; pero lo que no podemos desconocer es que existe ya una geopolítica bien definida, por parte de la oligarquía chilena, que es poco menos que imposible que cambie y, menos todavía, ahora que se anuncia que alrededor del 54% no asistirá a las urnas en el vecino país. Por lo tanto, el poder seguirá en manos de esa oligarquía que, a través de la historia, no ha hecho otra cosa que intermediar los intereses de las potencias eventuales en la América Latina.
En Bolivia lo que duele es que no hemos sido capaces de definir una estrategia clara de retorno al mar y nos hemos contentado con las promesas civiles o militares que nos hicieron desde el Mapocho y que, en los hechos, no ha sido otra cosa que viabilizar los intereses de La Moneda en nuestro propio territorio. Ahí están como comprobación: la construcción del oleoducto Sica Sica- Arica, el camino a Iquique, el desvío del río Lauca o, últimamente, la miopía con que vemos la influencia del capital intermediario chileno en el Oriente, que en el caso de Santa Cruz alcanzaba al 45% de la inversión y al 60% del comercio, según estimaciones de principios de siglo.
Este ha ido el mayor error, y el mismo, que hemos cometido hace décadas, pensar que las soluciones se pueden encontrar por el diálogo, cuando la oligarquía chilena lo único que quiere es usar de la fuerza para imponer sus estrategias de "continentalización!" diseñadas desde Ibañez del Campo, Harms Espejo y Pinochet.
No hay pues posibilidad de abandonar el haber acudido a los tribunales internacionales, porque la respuesta siempre será la misma: La promesa, mientras se sigue con la táctica de la ocupación subterránea, gracias al servilismo y el alma de esclavos de unos pocos bolivianos que militan en logias y demás sectarismos y que aparecen como regionalistas o autonomistas y no son más que tontos útiles o nuevos felipillos.
Por lo tanto, lo mismo nos debe dar que gane uno u otro.
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