Uno de los argumentos que esgrimen los que postulan repensar la universidad es que, ante el fracaso de la ciencia, la filosofía y la técnica, los universitarios se dieron modos para crear un "lenguaje universitario" que, supuestamente, demostraba sapiencia y progreso pero que no era sino el rótulo del vacío.
Y tan es así que muchos hemos podido comprobar cómo los que menos sabían se daban a "innovar" el lenguaje para disfrazar su ignorancia; desde el cambio de acentos, hasta la adopción de "modismos" extranjeros, por decir algo, la vida en la Universidad se ha caracterizado y sigue caracterizándose, por un lenguaje seudotécnico que sólo esconde la ignorancia y la falta de dominio del idioma nativo o adoptado.
Por eso es que degeneramos el español, por ejemplo, con palabras como implementar, recepcionar, aperturar o usamos muletillas como eso de "por lo cual" que utilizamos indiferentemente al género y las circunstancias o calificamos como "trucho" lo de contrabando, lo falsificado o lo pirateado, pudiendo referirnos mejor con esos términos a lo que queremos significar. Y así como la Universidad ha creado un lenguaje sofistico para engañar sobre su estado de decrepitud, así también los "medios" hoy son los abanderados de la sofisticación por medio del lenguaje adulterado, anarquizado, degenerado.
Por eso también es que los autodenominados "analistas" sean del tipo que sean, se han convertido en una plaga y se han vuelto insufribles. Ayer nomas, mientras viajábamos en transporte público, escuchamos las "disquisiciones" de uno de ellos y no sabíamos si reír o llorar. Porque, ¿cómo es posible que una economía en bonanza tenga inflación? ¿Cómo se puede decir que los precios al consumidor se han elevado cuando el mercado nos responde contundentemente que no? Está bien que estos "analistas" quieran llevar agua a sus propios molinos o los de su partido; pero está mal que recurran al uso caprichoso del lenguaje para mentir a la gente, para engañarla, aunque tengan algún cartón para demostrar que no pasaron por el frente de la Universidad sino por sus aulas; pero sí se hicieron acólitos del sofisma, de los artificios, para esconder su parcialidad o ignorancia.
Así como un buen médico explica claramente a su paciente las causas y consecuencias de su mal y no anda con "tecnicismos"; así también el uso de los últimos no hace sino esconder los grandes vacíos que dejan los pésimos catedráticos que infestan los campos universitarios y recurren al "lenguaje universitario" para defraudar, para corromper.
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