viernes, 1 de noviembre de 2013

EL INTERIOR

Vamos perdiendo muchas costumbres y tradiciones en el camino de la civilización. Que fuera un recorrido beneficioso en todos los sentidos, daría un consuelo al tránsito; pero no es así e, incluso, podría ser más perjudicial.
Como en muchas otras partes la fiesta comercial de las brujas de los celtas, se está poniendo de moda; pero no porque tenga atractivos culturales o morales sino por simple imitación y consumismo y, con  ello, vamos perdiendo las tradiciones de antaño que nos hacían recordar a los muertos con diversas actividades que tenían una connotación profunda.
Y es que no sólo era el recuerdo de nuestros muertos o la necesidad de volver a comunicarnos con ellos para rendirles cuentas sino los días de fraternidad que se vivían al preparar las masitas o el llamado "mastaku" o mesa de los difuntos donde se dispone lo que en vida le gustaba comer y beber a determinada persona; algo que se ha ido perdiendo y se sigue perdiendo porque ya se puede comprar lo necesario en el mercado y reducir la tradición al consumo puro y simple.
¿Pero qué es lo que nos hace abandonar las tradiciones? En primer lugar, la ignorancia. Que se traduce en la indiferencia a las costumbres o la imitación de la "modernidad" en que cabalga el consumismo. El que no haya residido en el campo o no haya vivido una fiesta tradicional de todos santos en la provincia, en verdad, poco puede saber de cómo la fiesta se inicia al mediodía con la bienvenida a las almas, a las que se recibe con fiestas, comidas y bebidas, para conducirlas a los respectivos "mastakus" y cómo, después de 24 horas, se las despide en el camino al cementerio con juegos, cantos y comparsas alusivas a la fecha.
Y es que en nuestras naciones latinoamericanas, especialmente, "el interior" ha sido casi siempre víctima de abandono y menosprecio; por eso es que se tiene a menos al campesino o al provinciano y se valora más al citadino, aunque viva en barrios marginales donde, en cierto modo, discurre entre dos aguas, la nostalgia de la vida pueblerina y la casi imposibilidad de integrarse en "la sociedad".
Por esto también surgen seguidores de fiestas extrañas y alienantes a nuestra realidad y que no reflejan la adopción de nuevas costumbres sino simple y llanamente la ignorancia y la imitación por la imitación.
Y es una lástima que en este proceso de inculturación o alienación, sean los medios de comunicación los agentes para el despropósito.

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