El drama de los presos en las cárceles no pasa sólo por estar ahí, el hacinamiento, la precariedad o la falta de puntualidad en el pago de los prediarios sino por varios temas que los hacen víctimas de negocios, negociados y abusos.
Tal y como dice un ex funcionario público, destituido hace muy poco, del preso viven los jueces, los fiscales, los abogados, los policías y un largo etcétera porque tanto para comer, dormir o divertirse tienen una serie de mecanismos que pasan por siniestros contactos y caminos para beneficiar a quienes tienen el poder en las penitenciarías.
El haber ayudado en la redacción de una tesis sobre el tema penitenciario, hace mucho tiempo, cuando todas las deficiencias e insuficiencias que salen hoy no se querían percibir o se hacía de la vista gorda, nos permite afirmar que, por ejemplo, el tema de la propiedad es algo al borde de lo increíble. Porque lo primero que se puede preguntar uno es: ¿Cuál propiedad? Y la respuesta es que la celda o el lugar para dormir es, con todas sus características y circunstancias, una propiedad que se puede adquirir, transferir o legar como cualquier inmueble dentro del derecho civil. Porque, de entrada, el preso tiene que pagar su "admisión", luego el "techo", la comida y, si piensa intentar su rehabilitación, el derecho al trabajo y todo se hace bajo el sistema de pago o de compra y venta.
Que las autoridades no conocen el asunto es pecar como demasiado ingenuo o tonto de capirote; porque en el control del sistema están los réditos, de los que se benefician, reos, policías y todo un entramado de autoridades que tienen sus respectivos porcentajes en un negocio que mueve millones en los distintos sitios y donde el alcohol, la prostitución, las drogas no son sino ramas de lo mismo: la corrupción.
Decir que no es nuevo, no es tampoco consuelo; es más, su larga data hace que muchas de las reformas que se han propuesto o se pretenden queden en la frustración o el fracaso porque los principales beneficiarios del negocio tienen sus formas de sabotear cualquier intento. Tampoco, el traslado de estas instituciones penales al control privado ha demostrado ser una solución, como se puede ver y comprobar en Estados Unidos de Norte América.
Así pues es un tema que no queda en la seguridad, en la reinserción, la rehabilitación o el pago de culpas sino en un negocio más que se maneja como en cualquier mercado y donde nadie sabe para quien trabaja el diablo.
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