Hace algún tiempo, compartimos nuestras preocupaciones sobre las distorsiones que se están introduciendo en el folclore boliviano y lo poco que se hace para detener esta corriente suicida.
Pues bien, resulta que anoche en un programa de televisión se abordó parte del tema y los resultados fueron realmente frustrantes. Se prefiere el comercio al folclore y no sólo que no hay composiciones nuevas que les hagan frente a las antiguas sino que si se quisiera nombrar un conjunto que lo merezca casi, casi se queda uno en el cero; apenas, tal vez, Amaru, Llajtaymanta y pare de contar y de sufrir.
Y es que lo que estamos haciendo es dramático porque estamos matando la gallina de los huevos de oro; porque en el momento en que el comercio, por su propia saturación, ya nada pueda hacer para vender basuritas, entonces recién podremos comprobar cómo nos quedamos sin nada.
Porque actualmente lo que se hace es comercio y el vídeo sólo sirve para promover el tráfico y también el mal gusto que se va apoderando de algunas obras que más parecen propaganda para el alcohol, las drogas, la infidelidad o la infelicidad. Porque las letras de muchas canciones que pasan como estrellas fugaces en el firmamento son lacrimosas, de una ramplonería increíble y que dice mucho de sus autores y, por lo tanto, contrarias al espíritu mismo de lo que es el folclore, el alma, sentimiento y expresión de los pueblos.
En cuanto a la música si no es una completa distorsión de pasados ritmos, es una triste imitación de corrientes que han causado o están causando daños en otras expresiones como el jazz, para sólo citar un ejemplo patético, que perdió toda su esencia con el surgimiento del rock y de otras perversiones mayores que se pueden ver como éxitos en la televisión.
Hay pues una perdida paulatina del folclore en todos los aspectos y está cargo de seudofolcloristas que se tienen más predilección por el comercio que la música o el arte en general y que es preciso, cuando menos, analizar por todas las personas e instituciones de la sociedad porque el folclore no es un patrimonio de unos pocos sino del pueblo en general. Se ha hecho tan grande este comercio vil que, se afirma, que unos pagan para que sus discos sean reproducidos en algunas emisoras y eso es bastante siniestro para seguir tolerándolo.
Por lo tanto, ya no es sólo la introducción errónea de instrumentos ajenos al propio folclore lo que viene distorsionando este rubro sino la mediocridad, el comercio fácil, la impostura, la moda, muchas veces mal copiada, como de eso que se hace llamare fusión y que no es del agrado de quienes nos consideramos respetuosos, cuando menos, de la música folclórica y autóctona de nuestra patria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario