No es necesario ser sesudo "analista político", experto en mercado o vidente de las cartas o la hoja de coca para asegurar que se ha iniciado la irrupción de candidatos a la cola en las elecciones del siguiente año, porque, la verdad, no hay ideas, ideales, ideologías o líderes que puedan recoger todas las frustraciones ciudadanas sobre el cambio o la propia democracia.
Y no es que estemos de lado de alguien sino, simplemente, del sentido común. Que es lo que más le ha faltado y le falta a los que se hacen llamar de oposición que, lo mismo que muchos oficialistas, sólo merecen que se los lleve el viento, para el bien de todos.
Vivimos una coyuntura especial en materia económica no sólo porque a alguien se le haya ocurrido oponerse a la política entreguista y desmanteladora del Goni y su banda sino porque, desde 1967, la Constitución Política del Estado dispone que los recursos naturales no renovables son de propiedad inalienable e imprescriptible del Estado y lo que se actúa a espaldas de la Carta Magna merece sanción inmediata o cuando los tribunales respectivos dejen de hacerse a los sordos y ciegos por pagar los tributos de su propia designación.
Pero eso no quiere decir que, en cuanto a lo ideológico, el panorama sea francamente desalentador ante la ausencia, especialmente, de líderes que puedan invocar o convocar alrededor de ideas nuevas, renovadas y útiles para dar el paso definitivo hacia el crecimiento. Ni los de la oposición tienen idea de lo que les sucede ni los del oficialismo se quieren dar cuenta que todo es pasajero que la cháchara socialista en torno a una especulación marxista ya no sirve, como nunca ha servido el trotskismo, el fascismo o lo que fuere, cuando lo que se hace es imitar y nada más que imitar o, como dirían otros, repetir como loros lo que no llega al cerebro.
Si actualmente hay un solo candidato posible no es tanto por las virtudes de su programa o de su acción sino por la ausencia de oponentes; por eso es que se engañan unos y otros apresurándose a presentar a fulano o zutano como pre candidato o candidato, cuando a lo único que aspiran es a subir al vagón de cola, si es lo que lo alcanzan.
Esto es lo triste de la democracia de mercado que estamos viviendo y que no está de acuerdo con la realidad ni con las aspiraciones del pueblo que quiere superar esta mercantilización de las urnas por la discusión ideológica y programática.
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